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Draco estaba intentando parecer calmado. Ese día se había levantado temprano, como le era costumbre, y Harry, había tomado un descanso para estar junto a Lissa. El rubio estaba mirando seriamente a un niño de ocho años, él pequeño creía que su dolor de estómago significaba algo terrible.

Porque si el doctor Malfoy estaba mirando de esa manera, hacía su dirección, era porque una catástrofe iniciaría.
Claro que mientras el niño tenía una y mil dudas, respecto a su propio estado de salud. Draco estaba perdido en un abismo existencial, y no entendía porque había un niño en medio de su viaje astral.

Suspiró, para escuchar el reporte que la doctora que trabaja con él, le daba. Había entendido algo, los primeros cuatro años de casado y siendo padre, eran horribles. No podía describirlos de otra forma. Al principio se sentía feliz, estaba con Harry y tenían una hija, muy encantadora. Hasta que se dio cuenta que los bebés lloran y necesitan ser cambiados de pañal. Por momentos en calma, venían otros llenos de tormento a las tres de la madrugada. No entendía porqué rayos los bebés lloraban a esa hora, estaba seguro que Lissa era un ser diabólico que se burlaba de él.

Aunque con el paso del tiempo, se fue acostumbrado a estar rodeado de juguetes, diferentes tipos de comida para bebé y él mismo, buscando vitaminas para la niña. Se acostumbro, a levantarse y pasar a ver el cuarto de su hija, aprendió a cambiar un pañal y preparar una papada lo suficientemente tibia para Lissa.
Si, si esas cosas desaparecieran realmente se sintiería fuera de lugar.

—Disculpe, ¿Me está escuchando, doctor?

Tras esa pregunta Draco recordó en donde estaba. Pestañeo un momento y asintió de manera lenta. A veces se perdía a menudo en sus recuerdos.

Porque era lo único que le hacía olvidar lo mal que se sentía respecto a lo sexual. Cuando Lissa nació y mientras los años iban pasando, Harry y él, se habían hecho casi expertos, en buscar lugares de la casa, muy complejos y alejados. Donde ocurrían sus encuentros candentes. Parecían amantes, que se escondían entre los rincones para pasar un rápidin.

Sin embargo, hace unos días o más bien meses, él y Harry, solo se habían dado unos cuantos besos, el trabajo y Lissa requerían más atención.

Le asustaba que las cosas serían así con Harry.

—¿Doctor, entendió lo que le dije? —la pregunta le hizo concentrarse nuevamente en la mujer. Intento asentir. — Te ves terrible. —comentó, Astoria, Draco le lanzó una mirada de seriedad.

—Solo es cansancio.

—Se llama ser padre. —sonrió. — Por cierto, ¿Qué tal está Harry? Con eso de ser un auror. —dijo, sosteniendo contra ella, el montón de hojas que tenía.

—Él está muy bien. Bueno, Lissa dice que es muy cool y yo le digo, pero hey, soy medimago. ¿Acaso eso no es cool? Pero no. Ella adora a Harry y lo tiene por sobre mí. Sospecho que quiere conseguir algo, pero no sé qué es. —entrecerro los ojos.

Astoria movió la cabeza, pensando en algo, que decidió no comentarle a Draco.

—Como sea. Debes atender a Damián Bauler. —sonrió. — Es el niño de ahí, con mirada asustadiza. Creo que no le gustan estos lugares.

Cuando el rubio se acercó al niño, este empezó a decir cosas, parecidas a qué se iba a morir y que prometía nunca más volver a tocar alguna galleta a escondida. Su madre le miró con sorpresa, Draco río nervioso. El que sea padre, no significaba que sabía cómo atender a los niños.

Y después de una larga explicación, en la cual todo se reducía a un resfriado temporal, Damián se fue más tranquilo. Y Draco pudo por fin decir adiós, al pesado día de trabajo. Siempre solía sonreír cuando estaba en la puerta de su casa, porque se imaginaba lo posibles escenarios que su esposo e hija tendrían. Claramente cuando entró, no esperó ver a Lissa corriendo sin ropita y llena de espuma. La pequeña reía, dando pasos cortos, que según ella, debían ser muy veloces. Draco se le quedó viendo, luego miró como Harry, salía del pasillo, con el suéter arremangado más arriba de los codos y el cabello mojado.

—Bienvenido, cielo. —dijo, al pasar por el lado del rubio. Draco lo miró un momento.

—Hola. —susurró.

Un gritó asustó a Draco, y luego se calmó, al llegar a la entrada de la cocina y ver cómo Harry sostenía a su hija, entre su brazos y le daba pequeños toques a nariz.

—Hola, papá. —Dijo Lissa. Mostrando sus pequeños dientes. El rubio sonrió.

Harry termino al instante de bañar a la niña, distrayéndola con los juguetes que había encantado, para que bailarán alrededor. Luego, la peino con calma, Draco había decidido preparar la cena. El hombre moreno, sabía que el rubio quería algo. Solo que prefiero no decir nada, aún cuando vio sobre él la sonrisa ladina de su esposo.
Al momento de ir a dormir, Draco vigilo que la niña tuviera todos sus peluches sobre la cama, desde el unicornio gigante que tenía hasta el señor Sandías, un perrito algo pequeño. Le dio el beso de las buenas noches, y corrió hacía la habitación matrimonial. Sonrió, al ver como Harry leía algún libro, que había conseguido su atención.

Draco entró de prisa al baño, meneando la varita por todas direcciones para poder dormir. O dar la apariencia de dormir.

—Hey, Harry. Es una buena noche, ¿No? —sonrio, acercándose más al cuerpo de su esposo. El moreno lo miró atentamente, cerró despacio su libro y se quitó los lentes. Dejando todo en la mesita de noche.

—Sí, es una buena noche. Pero no tan buena como tú.

—Caray, tus piropos siguen siendo terribles. —comentó, su sonrisa se borró al instante al ver la mirada de Harry. — Pero aún así los amo. —besó despacio su mejilla.

Harry meneó lentamente su cabeza, dejando espacio en su cuello. Donde el rubio no tardó en besas. Harry ya se encontraba suspirando.
De un momento a otro, Draco estaba entre las piernas del moreno, besando lentamente su cuello y pasando con delicadeza sus manos por debajo de su camisa de dormir.

—¿Puedo dormir con ustedes?

—Por un demonio lo que...—susurró Draco.
La pregunta, sorpresiva lo alarmó, quitándose al instante de encima de Harry, chocando con la cabecera de la cama.
Para sentarse con natural al lado y sonreír en dirección a la puerta cerrada. Menos mal Lissa no había entrado.

—Claro que sí, cariño. —respondió, Harry acomodándose su camiseta.

Lissa abrió la puerta despacio, venía con el señor Sandías colgando de una de sus manitos. Cerró la puerta de prisa, dando saltitos llego a la cama, donde Harry le ayudo a subir, se tapo con paciencia para terminar encima del moreno.

—Oye, ¿Y no hay cariños para papá? —preguntó, Draco. Fingiendo indignación al verse solo en un lado de la cama.

Lissa sonrió, mientras resfregaba su carita en el pecho de Harry. Draco abrió los ojos, con sorpresa al creer descubrir, el porqué de su cambio repentino.

Y lo confirmo cuando los ronquidos de Harry se oían, junto otro ruido que el conocía muy bien.















Notita: Bueno aquí está el primer capítulo.

Muchas gracias <3.

Estoy nerviosa respecto a esta historia Aah, pero la idea es divertirme y así ustedes se divierten o sí.

Serpiente Al Cuidado. |2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora