"Puedo ser..."

Marcas de un invierno

"Tooru se encontraba tranquilo sobre el sofá de su hogar, con una camisa de dormir que le quedaba tres tallas mas grande y un tazón de café entre sus manos. Por la ventana podía ver con perfección esa tormenta que le daba tanta paz a su ser. Inspiró y cerró sus ojos, mientras el dulce aroma a café le llenaba el corazón.

El timbre de su hogar sonó, rompiendo su paz por momentos. Dejando su café sobre la mesita de centro y poniéndose un suéter para evitar corrientes de aire, se dispuso a abrir la puerta, encontrándose con una agradable pero inesperada visita.

-Creí que hoy tenias trabajo... -Murmuró el castaño, mordiéndose su labio inferior mientras las manos de un ansioso azabache le sostenían desde la cintura. -Iwa-chan ¿No me digas que escapaste...?

-Solo me tome el resto del día... ¿Acaso vas a recriminar lo que hace un superior? -Respondió sin sonar tan autoritario como esperaba, escondiendo a su vez, su rostro en el cuello de su adorado Oikawa. -Solo... Quería estar un poco más contigo...

Enternecido por sus palabras, el más alto le guió al sofá para poder sentarse y acurrucarse, con la lluvia cayendo en el exterior.
Esa tarde, se dedicaron a mimarse, besarse y susurrarse palabras cargadas de dulzura como hace mucho que no hacían, más por tiempo que por alguna otra razón... O de eso se intentaba convencer el de hebras castañas."

-Hoy es como ese día... -Murmuró Tooru observando por la ventana de su hogar, las gotas deslizarse por esta sin nada que las detuviera. Mordió su labio inferior y se recostó en su sofá, paseando una de sus manos por su cuello y recordando ese día cualquiera de invierno, donde no estaba solo, donde su cuello era adornado con bonitas marcas que ocultaba con bufandas al día siguiente para evitar cualquier tipo de preguntas incomodas.

-¿Por que no puedes venir y tocar el timbre otra vez...? -Murmuró suavecito, como si con eso hiciera un acto de magia y trajera consigo su mas grande anhelo en ese instante.

Con un cosquilleo en su estomago terminó por alcanzar su teléfono y escribió un mensaje que demoró en enviar, sabiendo muy dentro de él la respuesta a este.

"Estoy ocupado hoy, tal vez otra noche."

Su mirada se apagó, su ceño se frunció y el teléfono acabó en el suelo. La lluvia y tenues sollozos eran lo único que se escuchaba en esa habitación.