Canadá, 2017.
Estaba dispuesto a hablarle, deseaba tocarla, era demasiado hermosa para ser un simple humano. Ella era especial y él había caído sin siquiera haberle dirigido una palabra.
La última vez que la vio tenía cinco años y se llama Rose Prichett, fue a las afueras de un restaurante y su pelota fue a parar a los pies del rubio. Para entonces estaba seguro que los constantes encuentros no eran casualidad. Ella tenía un objetivo y él una extraña manera de dar con ella en cada una de sus vidas. Su sangre seguía teniendo ese extraño toque dulzón pero extremadamente puro, lo atraía, lo llamaba a un nivel primitivo y le desesperaba el hecho de no haber tenido la oportunidad de haberla probado.
El hombre miró las bitácoras que recopilan la información de todo el tiempo que la ha observado. Las cosas que le gustan, las que detesta, sus defectos y mayores virtudes; todo estaba escrito con su puño y letra en el viejo cuaderno de cuero vacuno que descansa en sus manos. Abrió el diario y leyó lo último que escribió hace más de ochenta y cinco años.
"Abril de 1932.
La he vuelto a perder. Esta estúpida guerra causada por unos pocos se ha llevado a Rose y no he podido establecer el misterio de su ser..."
Cerró los ojos y suspiró profundo, dejó que sus instintos recorrieran cada lugar al límite de sus capacidades. Ella estaba cerca, podía sentirla en lo profundo de sus entrañas.
― ¿Interrumpo algo?
El ronroneo de Simone sacó al Conde de su pequeña búsqueda olfativa, sin inmutarse le sonrió a la rubia mientras cerraba en diario y lo dejaba en el cajón de su escritorio.
― No pero me temo que debo salir dentro de unos minutos.
La rubia se acercó haciendo morritos, completamente desnuda y se dejó caer en el regazo del hombre quien de buen agrado besó uno de sus hombros.
― Deberíamos aprovechar esos minutos, ¿no crees?
Simone no sabía que el hombre atractivo que la sostenía en sus piernas era un vampiro. El Conde por otro lado no le importaba que fuera una humana, no se alimentaba de ella pero era excelente en la cama.
― Listilla.
El rubio en movimientos rápidos la dejó sobre el escritorio de roble, le separó las piernas con sus manos y miró la entrepierna de la rubia. Suspiró hondo y se embebió del aroma a sexo de la joven.
― Siempre lista Simone ―susurró en lo que hundía el rostro en las piernas de la mujer, quien a su vez cerraba los ojos y dejaba escapar un gemido necesitado.
Ella llevó una de sus manos al cabello del hombre y tiró un poco. El hombre sabía perfectamente lo que hacía y escuchar como su ritmo cardiaco aumentaba lo llevaba al límite.
Ambos consumieron sus deseos carnales en el despacho del Conde, en pocos minutos la estancias se llenó de gemidos y maldiciones entrecortadas. Aunque el hombre podía durar un tiempo considerable era consciente de la fragilidad de su amante y al verla correrse decidió seguirla. Ella estaba agotada, el solo sonreía como si nada, aunque una fina capa de sudor cubría su frente.
― Mmm, nunca me cansaré de esto ―Simone lo besó satisfecha y suspiró cuando él salió de su interior.
― Eres exquisita Simone y me encantaría no tener de que dejarte pero debo hacerlo.
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En esta vida y la otra
VampireEl Conde de Josselyn es un hombre perfecto; empoderado gobernante que trabaja para el gobierno rumano, goza de fuerza, belleza e inmortalidad, sí, el Conde es un vampiro y como tal debe mantenerse lejos de la humanidad pero no es hasta que se encapr...