Jenna
No levanté la cabeza de la almohada, solamente me quedé ahí, inmóvil en la enorme cama observando la maleta llena de dinero que había llevado al apartamento de Oliver y él había arrojado junto a la que Oz le había dejado.
Tomé las sábanas con fuerza y me hundí todavía más en el mullido colchón que olía a colonia, lavanda y a Oliver, y entonces deseé poder quedarme ahí, donde nadie hacía preguntas sobre mi mano o me atosigaban con expectativas a las que no podía cumplir.
El sonido de la ducha de fondo de detuvo y poco tiempo después él apareció, sacudiéndose los rizos húmedos que habían comenzado a crecerle, mientras se ajustaba la toalla a la cintura. Se detuvo en la entrada de la habitación y me miró, cruzándose de brazos.
—No puedo seguir durmiendo en ese maldito sofá.
—Yo podría dormir en el sofá.— Dije, desperezándome y entró a su habitación, dirigiéndose al armario.
—O en tu propia cama. En tu casa.
—¿Estás echándome?— Pregunté, él se rió y negó con la cabeza, tomando un par de boxers con disimulo como si yo no los hubiese notado ya.
—A veces me preocupas. Yo se que las cosas se han puesto difíciles, pero huir de tu hermana no va a solucionar nada.— Soltó y dejé ir un suspiro pesado. Eran apenas las nueve de la mañana y ya tenía que oír hablar sobre Emma.
—Lo siento, pero solamente puedo escuchar cierta cantidad de comentarios insoportables antes de enloquecer y la cuota semanal se ha cumplido hace tres días.
—A penas es miércoles.
—Lo sé. —Me defendí, poniéndome de pie y tomando la ropa que había dejado en el suelo la noche anterior.
Caminé al baño y observé mi cepillo de dientes junto al de Oliver y entendí que en verdad había estado rehuyéndole a mi hermana, pero la otra opción era continuar inventándole aquella historia del novio mujeriego que me había roto el corazón y ya no podía soportar más de eso.
<<Cada vez me ahogaba un poco más en mis mentiras>>
Me cepillé y lavé, me puse la muda de ropa del día anterior y doblé la playera de Oliver que había usado de pijamas. Di una última mirada en el espejo observando las bolsas oscuras bajo mis ojos, el cabello desteñido y el rostro macilento, y finalmente salí.
—¿Qué piensas hacer con todo ese dinero?— Oliver preguntó cuando entré a la cocina, mientras llenaba dos enormes tazas de cafés y tomaba el periódico para continuar la exhaustiva búsqueda de trabajo, como había estado haciendo el último par de días.
—Quiero que se lo des a Blake.— Respondí de inmediato y dejó caer la pluma que acababa de tomar, frunciendo el ceño.
—¿Yo? ¿por qué? No ha venido a verme.
—Él no sabe que ya no eres policía.— Me encogí de hombros. A penas y había podido hablarle de mi encuentro con Blake cuando había aparecido echa un manojo de nervios y él, como el bonachón que era me había dejado refugiarme en el apartamento sin protestar.
—¿Por qué no se lo has dicho?— Quiso saber y entonces volví a recordar la mirada de odio en los ojos de Blake, refulgentes de deseo de hacerme pedazos y aunque no había hecho nada todavía podía sentir el desprecio con el que me había hablado haciendo que un escalofríos me corriera por la espalda.
—No me ha dejado ni hablar.
—Imagino que está molesto.— Soltó, bebiéndose un largo sorbo de café y solté un resoplido.
ESTÁS LEYENDO
Sin Control
General Fiction"En el mundo solo existen dos tipos de personas; los corderos y los lobos." -Patricia Cornwell •Secuela de "Sin Códigos" (se aconseja leer la primera parte antes de iniciar con la lectura de esta novela). •Obra protegida y registrada en SafeCreative...