Jenna
Arnold me observó con detenimiento, completamente complacido con el resultado, mientras yo yacía inmóvil frente a él, con la punta de su arma acariciándome el cuello y la clavícula. El metal me puso la piel de pollo mientras observaba por el rabillo del ojo como el resto del grupo era igual de inmovilizado, incluso con menos delicadeza; a Oli le sangraba la nariz y a Chett lo habían arrojado al suelo mientras una bota le aplastaba los dedos de la mano derecha, haciéndolo gritar.<<Seis, siete, ocho...>> conté cada sujeto armado. Todos lucían iguales debajo de aquellos pasamontañas que se mezclaban con la noche, pero Blake no estaba entre ninguno de ellos.
—¿Dónde está?— inquirí, volviendo a mirar a Arnold. Él sonrió.
Odiaba esa sonrisa.
—Haciendo su trabajo.
—¿Cómo lo supiste?— pregunté, mientras otro sujeto presionaba mi brazo sobre mi espalda con fuerza y ahogué un grito. Todavía llevaba el arma que Blake me había dado en la cintura, no había tenido tiempo de tomarla siquiera.
—Todos ustedes son demasiado fáciles de leer. Sabía que intentarían arruinar mi negocio, una vez más.
Uno de los enmascarados gritó cuando Hannah le mordió la mano, entonces volvió a sujetarla del cabello y ella le pateó las bolas. Arnold ni siquiera apartó sus ojos de mí; su mirada tenaz me recordaba a Blake, pero arrugaba la frente y arqueaba las cejas igual que Alex y, de repente, no podía dejar de encontrar parecidos.
Aún así el miedo se había plantado en mi estómago como un vacío infinito que no me dejaba respirar y tuve que tomar una profunda respiración antes de volver a hablar.
—La última vez no sabía que se trataba de ti, y esta vez solamente estamos aquí por Blake. Entrégalo y nos iremos.- solté y Arnold sujetó mi brazo, liberándome del agarré del otro hombre solamente para lanzarme sobre el convertible blanco.
Mi espalda se estrelló con la chapa blanca y un gruñido escapó de mi garganta antes que los dedos de Arnold Walker rodearan mi cuello.
<<iba a morir>> pensé, inevitablemente cada vez que sus verdes ojos, brillantes y astutos, se clavaban en mí. <<iba a morir como mi padre>>
—¿O sino qué? Te recuerdo que los que están en desventaja son ustedes.
—¿Que planeas hacer? ¿Matarme como lo hiciste con mi padre?— hablé con dificultad, sintiendo como su mano se cerraba al rededor de mi garganta y entonce presionó un poco más fuerte, haciendo que desesperada buscara sus dedos para separarlos un poco de mi piel.
—No se de qué estás hablándome.
Un disparo se oyó de fondo y me encogí debajo de su agarre antes de darle un empujón en el pecho con mi pie derecho. Sus ojos se abrieron en sorpresa y en unos segundos me liberó.
El aire se coló en mi garganta tan rápido y tan fuerte que comencé a toser sin cesar ante la dolorosa y placentera sensación.
—¡No me mientas!— bramé antes que sus dedos volvieran a buscarme y entonces con su mano izquierda me jaló del cabello con tanta fuerza que sentí las hebras de pelo arrancarse de mi cuero cabelludo, soltando un grito —¡Sé que fuiste tú! Sé que estuviste esa noche, durante el pleito de las pandillas, qué le disparaste en la cabeza, ¡lo matate!— continué diciendo hasta que su arma se metió en mi boca.
—Hablas demasiado.— masculló en mi oído, mientras el caño oscuro se metía entre mis labios con fuerza, tan profundo en mi garganta que me encogí en un incómoda arcada —Dime una cosa ¿es por eso que se acercaste a mi hijo? ¿por mí?— preguntó, sacando el arma con tanta rapidez que caí al suelo de rodillas, tosiendo mientras la saliva caía al suelo como finos hilos de seda con el sabor metálico todavía impregnado en mi boca.
ESTÁS LEYENDO
Sin Control
General Fiction"En el mundo solo existen dos tipos de personas; los corderos y los lobos." -Patricia Cornwell •Secuela de "Sin Códigos" (se aconseja leer la primera parte antes de iniciar con la lectura de esta novela). •Obra protegida y registrada en SafeCreative...