Capítulo 19

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Jenna


De un momento a otro el enmudecido Alex había desaparecido, y entre una noche y la mañana siguiente me había contado todo sobre los días que había pasado en Los Ángeles, desde la aparición de Arnold Walker hasta la última pelea con Blake en aquella lujosa casa. Cómo un vómito verbal que no podía contener más tiempo, las palabras salían de su boca sin control en una interminable confesión, mientras el estómago se me contraía y el pecho comenzaba a dolerme al oírle; todo con sus ojos perdidos en un punto fijo del papel tapiz, como si temiera romperse una vez más si me miraba, aunque fuera solo por un atibo de segundo. Yo le oí en silencio, intentado no dejar en evidencia el horror y la angustia que sus palabras me provocaban, pero fue inútil, al final un par de lágrimas escaparon de cualquier forma.

<<Oh, Alex>>

Permanecimos otro día en ese lugar. Aunque a penas había sido utilizada un par de días, la vieja casa había sido rentada por los lobos durante un mes completo, así que nadie nos molestaría. Alex lo sabía, sin embargo, de vez en cuando le atrapaba mirando fijamente la puerta, no sabía si era por temor o deseos de que alguien apareciera. No se lo pregunté.

Con el pasar de las horas fue recuperando el color en el rostro, habló más e incluso bromeó en una ocasión. Yo le observé volver a ser él mismo lentamente, dejando todo atrás en esa última charla que parecía querer enterrar en su memoria, mientras el corazón se me estrujaba dentro del pecho cada vez que me besaba o tomaba mi mano, como si solamente se tratase de un sueño. El lugar era deprimente, pero durante todo el tiempo que estuvimos los dos solos nada de eso me importaba y parecía que a él tampoco, mientras me hacía el amor una y otra vez, cada vez un poco más despierto y vigoroso, como si poco a poco fuese despertando de una horrible pesadilla.

Pero los dos sabíamos que los horrores eran reales, y estaban esperando solamente a que atravesáramos la puerta, por eso permanecimos dentro, atrapados en esa burbuja de fantasía que, aunque no duraría mucho, de momento era todo lo que necesitábamos. Así que me quedé allí, tendida en la cama a su lado, observando como su pecho subía y bajaba lentamente al compás de su respiración, mientras acomodaba mi barbilla sobre su pecho y le admiraba de cerca.

Sus largas pestañas acariciaban su piel mientras su rostro, tan inmóvil y sereno, se iluminaba con el sol de mediodía, con sus labios ligeramente entreabiertos y su brazo a mi alrededor.

—¿Cuánto más vas a estar viéndome?— Preguntó en un susurro sin abrir los ojos. Sonreí.

—Todo lo que pueda.—Respondí, acariciando su pecho con las yemas de mis dedos, trazando dibujos imaginarios al rededor de los suyos, él soltó un soplido de placer. Llevé mi mano hasta los hematomas de su mejilla y presioné ligeramente sobre ellos, él abrió los ojos. —¿Te duele?

—Ya no.— soltó, con una sonrisa, tomándome repentinamente de las caderas y arrastrándome sobre él junto con las sábanas. Solté una risa, acomodándome a horcajadas sobre él y sonrió, mientras apartaba lentamente la tela entre los dos.

<<¿Cuánto duraría esa alegría?>>

Sus ojos recorrieron mi cuerpo desnudo como un par de resplandecientes faros, tan minuciosamente que me sentí incluso más desnuda de lo que estaba mientras sus pupilas se deslizaban por todo mi cuerpo. Cuando intenté cubrirme el pecho tomó mis manos y las colocó junto a mí, lentamente sus dedos se deslizaron por mis brazos, en una interminable caricia que recorrió mis hombros, mis pechos y las costillas, mientras inspeccionaba de cerca como si no quisiera perderse detalle. Se detuvieron en la cicatriz de mi abdomen, una pequeña línea rosada con un ligero relieve que observó inmóvil por un minuto completo. De pronto parecía que en sus ojos volvía a reflejarse aquella noche, donde la bala atravesó mi piel y aunque yo le hubiese roto el corazón después, todavía se las ingeniaba para sentirse culpable. Podía verlo claramente en toda su cara.

Sin ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora