Capítulo 32

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Jenna


—¿Te sientes bien?— Pregunté mientras Emma sacaba la cabeza del inodoro para darme una mirada irritada. —Pregunta estúpida ¿pero como iba a saber que el pollo te haría vomitar?

—Estoy de regreso.— Oli masculló, entrando al enorme baño con la bolsa de la farmacia entre las manos. —No sabía exactamente que comprar, así que lo compré todo.

Emma se estiró para recibir los medicamentos mientras él se quitaba la capucha de la sudadera y se sentaba a mi lado, sobre el mármol del Jacuzzi. Ella desechó las cajas con rapidez, una a una, mientras separaba los productos que le había conseguido y yo pensé que literalmente lo había traído todo.

—No sirven. Nada de ibuprofeno ni aspirinas, alteran el flujo sanguíneo dilatando los vasos del...

—¿Bebé?— Terminé la frase por ella e hizo un mohín.

—Feto.— Soltó, poniéndose de pie, mientras sujetaba con fuerza el paquete de pastillas de menta.

Oliver y yo intercambiamos una incómoda mirada mientras ella observaba las pastillas y volvía a inclinarse en el inodoro a vomitar. Era la tercera vez en la semana y comenzaba a preocuparme por levantar sospechas aunque todo el mundo estaba convencido que había sufrido una intoxicación por los mariscos del hotel.

—¿Muñeca?— Alex llamó al otro lado de la puerta y me puse de pie rápidamente.

—Maldita sea.

—¡Vete! No necesito a nadie más involucrado en esto.— Mi hermana se quejó, limpiándose la saliva que le recorría la barbilla. Observé el escenario entre las pastillas, toallas y test que ya no tenían caso hacer.

—¿Estarás bien?— Pregunté, mientras Oli se inclinaba a recogerlo todo rápidamente.

—Yo me quedare con ella.—Dijo, volviéndose a ella que lo miró con los ojos todavía enrojecidos y grandes ojeras —¿De acuerdo?

—No te quedarás a verme vomitar.— Soltó. Puse los ojos en blanco.

—Pero...

—¡Muñeca!— Alex volvió a gritar en la habitación y pude oír como se aproximaba al otro lado de la puerta. —¿Lo siento de acuerdo? Si es que estas aplicándome la ley del hielo o algo así.

—Y quiero ducharme.— Ella continuó diciendo, mientras hacia una gesto con la mano, echándonos a ambos del lugar como si se tratara de un par de perros callejeros. Pero ninguno se movió. —¡Fuera!— Espetó entonces, poniéndose de pie y empujándonos por la puerta.

Primero salí yo, dando un traspié con la alfombra haciendo que chocara con la espalda de Alex, que se volteó para sujetarme.

—Ah, ahí est...— Soltó, interrumpiéndose cuando Oliver salió después, cerrando la puerta a sus espaldas con un fuerte golpe. Entonces lo miró de aquella forma que solo miraba a Oli.

—Hola.— Dijo él, rascándose el cuello, acomodándose el cabello corto que tenía revuelto después de haberse quitado la capucha. Alex lo observó, después a mí y de nuevo a él.

—¿Por qué estaban en el baño?

—Porque... estábamos...— Oliver comenzó a tartamudear. Ningún ruido se oía desde el otro lado de la puerta.

—Chequeando el jacuzzi. Nunca había visto uno. Lindo. Marmolado.— Le dije, tomándolo del brazo. Todavía tenía el ojo hinchado y negro, pero el resto de su rostro ya no lucía tan mal. —Vámonos.

Sin ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora