Capítulo 17

2.9K 414 171
                                    


Jenna


Alex se arrojó al sofá y las esquirlas de polvo revolotearon al rededor del haz de luz que se filtraba por los vidrios rotos, mientras él continuaba con la mirada catatónica fija en el suelo, inmóvil, con los codos sobre las rodillas. No dijo nada en todo el camino, y yo no pregunté, simplemente le dejé guiarme hacía aquel horrible y deprimente lugar.

Miré las cucarachas que circulaban sobre la vieja madera del piso y me cubrí la nariz con el brazo al pasar sobre el montón de desperdicios que se habían amontonado en la precaria cocina. Contuve un grito al ver como un ratón escapaba por la ventana y me volví a mirarle; todavía respiraba agotado y, aunque intentara ocultarlo, aquel agobio en sus ojos era tan claro como el sol que le iluminaba la mitad del rostro.

—¿Tienes hambre?— Pregunté. Él no respondió, simplemente realizó un ligero balanceo con la cabeza y volvió a quedarse inmóvil, en aquella encorvada pose, mientras se apretaba las manos con fuerza.

Lentamente me aproximé a él, y me detuve enfrente, conteniendo un suspiro.

—Necesitas descansar.— Volví a decir, tratando de ocultar lo compungida que verle en ese estado me hacía sentir, pero dudaba que lo notara. No parecía notar nada.

Intenté imaginar que clase de penurias había atravesado ese último tiempo, pero resultaba inútil, con solo verle así podía adivinar que ese sufrimiento estaba más allá de mi imaginación. Eso me hizo sentir todavía más impotente.

Me incliné frente a él, y coloqué mi rostro entre el camino de su mirada y el suelo. Por primera vez, desde la playa, pareció percatarse de mi presencia, irguiendo un poco la espalda y siguiendo con la mirada cada uno de mis movimientos cuando extendí mi mano hacía su rostro. Mis dedos exploraron su mejilla y el golpe de su pómulo, hasta el corte debajo de su ceja que se entremezclaba con su cicatriz.

—¿Te duele?— Pregunté y dejó salir un suspiro largo y pesado, después de haber estado conteniendo la respiración.

—Sí.— Confesó, con la voz entrecortada, exhausta, y el corazón volvió a darme un vuelco.

<<Quiero volver a estrecharlo entre mis brazos y no dejarle ir jamás>>

Miré su playera, con unas cuantas gotas de sangre y tierra. Todavía tenía arena en los brazos y en el cabello, e incluso algunos granos de tierra entremezclados con la sangre seca de sus heridas. Lucía como un niño que acababa de sufrir un terrible accidente, y parecía tan desorientado y perdido que solamente servía para reforzar esa idea.

<<¿Qué demonios había pasado con él?>>

Coloqué ambas manos en su rostro, examinándolo y él solamente se dejó hacer, como si no fuera consciente de lo que ocurría al rededor. Entonces comprendí que finalmente se había agotado, toda la vitalidad y la adrenalina, todo se había drenado y no quedaba ni rastro. Ahora solamente era dolor, profundo y oscuro.

—¿Quieres ducharte?—Le pregunté, mirándolo fijamente, todavía sosteniendo su rostro entre mis manos. —Conmigo.— Agregué después. De repente pareció considerarlo un momento y finalmente volvió a tambalear la cabeza, de arriba a abajo, en un ligero asentimiento.

Lentamente le tomé de la mano en dirección al pequeño baño de arriba. No encendí la luz, simplemente dejé que el amanecer entrará por la pequeña rendija de arriba, dándole un tono anaranjado a la pequeña habitación y lo único que se oyó en el minúsculo lugar fue el repiqueteo de la lluvia caer contra suelo de la tina.

Sin ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora