Capítulo 14

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Jenna


—¿Estás segura de esto?— Oliver preguntó, mientras se detenía con el viejo Ford Falcon frente a la casa de Tyler.

Me hundí en los viejos asientos de cuero, aferrando las uñas en el duro material de camino a casa, e inspiré profundamente el olor de la cabina. Olía a Oliver, Frank e incluso a mi padre.

<<Toda la vida me la había pasado dentro de ese coche>>

—No puedo llevarlo conmigo.— Dije, mirando a Mozart que se acurrucaba en mi regazo, todavía molesto por el viaje en coche. Cuando le pasé la mano desde la cabeza hasta la punta de la cola un manojo de finos pelos se quedaron flotando entre nosotros,

—No hablo del gato.— Repuso, sujetando el volante de cuero con fuerza.

Blake me lo había dicho la noche anterior; finalmente iba a regresar a Los Ángeles, dejaría Brooklyn y todo con él detrás, y yo iba a acompañarlo. No lo había dudado ni un segundo, ni siquiera me había preocupado por todo lo demás, solamente había una cosa que me rondaba la mente todo el tiempo, que no me dejaba comer ni dormir, el único pensamiento con el que me despertaba cada mañana y el último con el que cerraba mis ojos:

<<Alex>>

Tenía que irme porque, aunque admitirlo me desgarrara un poco más el corazón, ya no había nada más en Brooklyn para mí.

—Estoy segura.— Solté, tomando a Mozart entre mis brazos y estrechándolo con fuera de camino al abarrotado jardín delantero.

Toqué el timbre tres veces. Del otro lado se escuchaban un conjunto de risas y llantos infantiles mientras oía a la mujer reprochar en español, entonces Tyler abrió la puerta.

—Hola muñeca.— Sonrió, con sus dientes blanquísimos mientras estrechaba los delgados brazos. —Dámelo.— Dijo simplemente con sus ojos oscuros fijos en mi gato y un entusiasmo palpable.

Miré el rostro del felino, acicalarse contra mi playera, y le di una última caricia en su rostro oscuro. Soltó un maullido cuando lo dejé en los brazos del niño.

—Que gato más genial.— Volvió a decir, como había hecho el día en el que se lo mostré y supe que era él único que podía cuidar de él.

<<Era un gato genial, de hecho>>

—Cuídalo mucho, Tyler.— Dije, aunque se escuchó más como una súplica, mientras comenzaba a acariciarle el lomo y rápidamente el animal se dejó hacer, soltando ese ronroneo gutural que dejaba en claro que se sentía a gusto. Él chico asintió, mientras se aferraba a él.

—¿Vas a regresar?— Preguntó de pronto, mirando mi mano, todavía vendada.

—Espero que no.— Respondí, antes de irme. No volteé. No pude.

El camino de regreso se sintió infernalmente largo. Ese gato había sido el único que me había acompañado desde la muerte de mi padre, en medio del encuentro con los lobos y con Alex, e incluso después. Era lo único a lo que me había aferrado para no sentirme tan sola como lo estaba y entonces ya no estaba, entonces todo se sintió un poco más pesado.

Cuándo regresé al auto no dije nada, me sentía como una imbécil por la tristeza injustificada que me había invadido de repente y agradecí que Oliver estuviese allí, porque de haber estado sola seguramente me hubiese echado a llorar.

—¿Estás bien?— Masculló, mirándome y asentí.

<<Es solamente un gato>> me repetí más de cinco veces, pero eso no era verdad y yo lo sabía bien.

Sin ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora