Capítulo 13

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Blake


Ozzie tomó la mopa y la restregó con fuerza debajo de los bancos de madera mientras se escuchaban de fondo los ecos de las carcajadas de los demás, probablemente holgazaneando.

—¿Tenías que aceptar el trabajo?— Se quejó en voz baja, mirando al sacerdote de reojo mientras yo continuaba restregando los escalones de mármol con el cepillo. Las rodillas comenzaban a dolerme pero no me quejé.

—Se nos acabó el efectivo.— Dije simplemente y él se limpió el sudor de la frente. Unos mechones rubios se habían salido del moño que se había hecho en la cabeza y pegado al rostro.

—Por supuesto que se nos acabó el dinero. Has traído a ese par de raritos.— Soltó, señalando a Peak que intentaba robarse una Biblia mientras Bon era reprendido por tratar de comerse todas las hostias.

Me encogí de hombros. El par era extraño, pero me habían ayudado más de una vez en el reformatorio, e incluso había podido dormir gracias a que me cuidaban las espaldas sin ninguna razón, eso los hacía más raros todavía, pero no me importaba.

—¿Has visto como come ese gordo?— Volvió a susurrar, inclinándose frente a mí. —¿Por qué fuiste por ellos?— Susurró cerca de mi rostro.

Cada noche que había pasado encerrado en aquel lugar habían parecido infinitas, y recordarlo todavía me daba pesadillas de vez en cuando, pero al salir finalmente y reencontrarme con Oz pareció como si no le hubiese visto en una verdadera eternidad. Lucía más ancho de espaldas y llevaba el cabello un poco más corto, atado todo el tiempo, incluso su voz sonaba un poco más profunda de lo que recordaba. Probablemente yo había cambiado también, pero nunca me había detenido a pensarlo hasta que su rostro se detuvo frente a mí.

—Ellos me han ayudado, aún sin conocerme, igual que tú.— Dije, simplemente y él soltó un suspiro resignado, ya no iba a discutir, solamente se volvió para ver como Peak le lanzaba el libro a Alex y empezaba a correr junto a Oliver hacia la salida, perseguidos por el padre Joe, gritándoles y jadeando como el viejo gordo que era. —Gracias por cuidar de Alex. —Solté de repente, porque no se lo había dicho propiamente desde que había regresado. Él abrió los ojos y se sentó en el escalón que estaba puliendo. Sonrió.

—Por supuesto.— Soltó, recostándose en los peldaños anteriores y miró la desolada iglesia antes de volverse a mí. —Me alegra que estés de regreso, Blake.— Masculló, casi en un susurro inaudible, tomándome por sorpresa a mí, y yo sonreí también.

—A mí también.— Dejé de lado el cepillo y me acomodé junto a él. Pareció que iba a decir otra cosa, pero nada salio de su boca, entonces hablé yo. —¿De qué me perdí? ¿qué pasó con la mujer que estabas viendo? ¿Laura?— Pregunté, después recordando que su nombre era Lola, pero él no se molestó en corregirme.

—No mucho, ya no la veo.

—¿Y eso?

—Me cansé.

—Te estás ganando una reputación de mujeriego por aquí.— Bromeé. Soltó una carcajada.

Nos quedamos en silencio un minuto, solamente disfrutando la compañía del otro. Nunca, desde que nos conocimos, habíamos estado tanto tiempo apartados y el volver a estar juntos se sentía demasiado bien. Me pregunté si a él se lo parecía también.

—Realmente esas mujeres no me importan.—Habló de nuevo, dejando el mango de la mopa en sus piernas y ladeó la cabeza para mirarme fijo. —Tú sabes eso.

Sin ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora