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... con la calle totalmente vacía de esta oscura ciudad.

¡No lo entiendo! Podría jurar que sentí que alguien me tocó. Y ahora no hay nadie ¿ya enloquecí? ¿Mi mente me está jugando una mala pasada? Será que fue tanto el susto que ahora...bueno, ahora ya no se qué pensar, ¡¿será que ni siquiera puedo confiar en mis sentidos?!

Ya no sé; que creer, no sé, que sentir, no sé, que pensar, ya no sé nada; seguí caminando, sabiendo que después de todo lo que pasé ya nunca podré volver a casa y si lo hiciera nada será lo mismo.

Me apoyé del tronco de un árbol que se encontraba ahí, me sostuve a él, para mí, era como mi cuerda de salvamento, que me sujetaba a la realidad ¿o será a la locura? Cada vez era más difícil distinguirlas, porque ambas me llevaban al mismo lugar.

Un crujido se escuchó en la copa del árbol, me hizo saltar del susto y por ende salir de mis pensamientos; me abracé a mí misma porque ya había empezado a temblar de frío, maldije no haber traído un abrigo.

Subí la mirada a lo alto del árbol de donde se hacían visibles un par de ojos brillantes que se estaban acercando a mí.

Ahora ya no temblaba de frío sino de pánico ¿Por eso sentía que alguien me perseguía?¿Por eso tanto terror?

Sin embargo esa sensación cambió por ¿alegría? Sí, alegría por saber que se trataba de un tierno gatito seguramente perdido y asustado.

Entonces solo éramos él y yo en la fría noche de julio.

Puse al felino en mi regazo acariciandolo con los dedos de mis manos, me sorprendí al encontrar un papel rosa atado con una lana en la patita del gato ¿De qué se trataba esto? Seguro era una mala broma.

Pero mis suposiciones terminaron cuando leí la nota que estaba escrita en el papel que decía:....

Nunca Estás Sola Donde viven las historias. Descúbrelo ahora