Volvimos a encontrarnos después de una semana de llovizna.
Las nubes de aquel cielo, indecisas y leves, ansiosas de una lluvia definitiva, se asemejaban a mi relación con Viviana. Seguro de su cariño, ninguno de los dos había desatado nada que nos despoje de nosotros mismos, ni las ganas de dejarnos llevar, deseando que esas nubes caigan por el propio peso del ambiente, liberando aquellas aguas que ambos guardábamos al interior de nuestros cuerpos.
Pensaba aquello mientras escribía sobre una ciudad derruida por una lluvia lenta y corrosiva, una que desgaste la vida de sus habitantes hasta borrarlos por completo; además, reunía ensayos, cuentos y poemas intentando fundar una revista. Pero, por más que hubiera buscado despejarme con esas pretensiones, la idea de reencontrarla surgía de la sola contemplación y aparecía en los momentos menos imaginados.
Así fue hasta que comenzaron los cursos de verano en la Universidad. Ella llamó, diciendo que había llegado y estaba trabajando en una tienda allá por el Mercado Campesino. Fui a buscarla al día siguiente. La ciudad resplandecía bajo un sol temeroso de las nubes, asediado por vientos que te empujaban a vestir una chamarra de frisa encima de la polera. En fin, cuestiones menores. Cuando llegué no me pareció extraño descubrir un almacén inmenso en lugar de una tienda; no obstante, fue otra la figura que atrapó mi atención: era un gran sapo de yeso al costado de la caja registradora, un anfibio pardo de tintes amarillentos y un café casi sanguíneo que pintaba sus ojos. Su ancha boca mordía billetes enrollados y cigarrillos cuya ceniza espolvoreaba la base en leves briznas. Tuve la impresión de que gesticulaba una grotesca risa y me causó tanto asco que casi abandoné el almacén, aunque me detuve porque escuché una voz muy cerca mío, diferente a Viviana.
– ¿Sí...?
Apenas la sentí me revelaba una melodía tentadora. Su distante y espontánea formalidad era algo que no creí encontrar en medio del Mercado y su estrépito de Lunes a Domingo. Me detuve a verla, sin una respuesta en mente. Me pareció bella y algo más que eso... sacudía mi interior. Quise evadirla. No lucir como un atolondrado. Miré entre algunos productos y encontré a Viviana, de espaldas, acomodando unas cajas de crema. Tan pronto la llamé, ella volteó y nos quedamos conversando entre los dos.
Viviana me mostró una de las esquinas de aquel almacén, allí relucía la foto de la propietaria, la tía de Viviana. Era el retrato de una chola, con aspecto aristócrata, paceño... imponente, sentada en las faldas de un hombre quien supuse su esposo. Él apenas parecía un decorado ridículo, una especie de sillón humano, estéril ante aquella ostentosa presencia. La señora se cubría los robustos hombros con una mantilla cuyo bruñido me hizo pensar en bordados con hilos de oro. Pese a la textura rocosa del fondo, típica de los foto-estudios, el sapo de yeso podía verse en un rincón. Lo comparé con el de la caja, era el mismo.
– Si te da plata, hasta pones un diablo en tu negocio. – Comentó Viviana ante mi reacción. – Mi tía es creyente. Cada viernes de mes ya está haciendo qh'oar todas sus tiendas.
– ¿Tiene más...?
Viviana asintió y yo permanecí en silencio mirando hacia aquella figura, tratando de dominar su imagen y lo que me producía. En ese instante pensé que la dueña de aquel almacén y el sapo eran una gran alcancía de dinero, disponible para cualquiera que pueda, con un poco de astucia y tacto, hacerse de sus favores; tal vez podría lograr que aquella señora financie la revista, acercarme y congraciarme con ella a través de su sobrina. Sí, esa idea rondaba en mi cabeza como algo posible. Sin embargo, se nublaba cuando quería quitar mis ojos de Viviana y dirigirlos a la desconocida. Había algo en ella que me atrajo, un gesto de indefensión que llegaba a despertarme un apetito sucio y vulgar, y por ende, humano y vital... imaginar la cercanía de sus formas, la suavidad de sus expresiones, explorarla hasta el calor de su aliento.
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LOS SAPOS
General FictionUn sujeto pretende conseguir los fondos para crear su revista, pero se estrella en medio de un dilema amoroso.