De vuelta en mi cubículo, me acomodé en la silla e intenté concentrarme en las tareas pendientes. Pero era inútil. Mi cabeza estaba en otro lado, pensando en la reunión con la familia del señor Woodley. ¿Cómo se lo tomarían? ¿Pensarían que todo esto era una locura?
El resto del día pasó entre correos, llamadas y pequeños suspiros de alivio cada vez que lograba tachar algo de mi lista de pendientes. Pero la verdad era que el nudo en mi estómago no hacía más que crecer.
Cuando llegué a casa, Lisa estaba allí, esperándome con una taza de té caliente y esa mirada que solo ella podía tener, como si supiera exactamente lo que me rondaba la cabeza.
— ¡Sofía! — me saludó emocionada. — Cuéntamelo todo. ¿Cómo fue hoy?
Me desplomé en el sofá, soltando un suspiro largo antes de responder.
— Bueno, firmamos los papeles. Ya es oficial — le dije, intentando sonar despreocupada, pero ella me conocía demasiado bien.
— ¿Y ahora qué? — preguntó, con los ojos brillando de curiosidad.
— Ahora... tenemos que contarle a la familia del señor Woodley. Vamos a tener una reunión en unas semanas — confesé, esperando su reacción.
Lisa se quedó boquiabierta por un segundo, pero luego sonrió de oreja a oreja.
— ¡Eso es enorme! ¿Cómo te sientes? — preguntó, acercándose más, como si pudiera absorber todo el drama del momento.
— Un poco nerviosa, para ser honesta. No sé cómo lo van a tomar, pero al menos el señor Woodley está siendo comprensivo — respondí, sintiéndome un poco más tranquila al decirlo en voz alta.
Lisa me dio una palmada en la rodilla y sonrió.
— Lo vas a hacer genial. ¿Y quién sabe? Tal vez su familia sea súper encantadora.
Pasamos el resto de la noche hablando de cualquier cosa menos de matrimonios falsos y reuniones familiares. Lisa siempre sabía cómo hacerme reír, y necesitaba eso más que nunca. Con cada broma y anécdota, sentía que la tensión que llevaba acumulada se iba desvaneciendo poco a poco.
A la mañana siguiente, en la oficina, el ambiente era diferente. No sabía si era porque el señor Woodley y yo nos habíamos acostumbrado un poco más a nuestra extraña situación o porque los detalles del contrato estaban casi listos, pero algo había cambiado.
—Señorita Evans —la voz firme del señor Woodley me sacó de mis pensamientos—, ¿podría pasar a mi despacho un momento?
Tomé aire antes de levantarme. A pesar de la formalidad que siempre utilizaba, había algo en su tono que me parecía menos severo, casi... ¿cómplice?
—Claro, señor Woodley —respondí, siguiendo su ejemplo de formalidad.
Entré a su despacho y cerré la puerta detrás de mí. El señor Woodley estaba sentado en su escritorio, revisando unos papeles, pero al verme entrar, dejó lo que estaba haciendo y me miró directamente.
—He hablado con mi familia. Vendrán este fin de semana para conocer a mi... esposa —dijo con una pausa breve antes de la última palabra. Parecía casi incómodo, como si aún no se acostumbrara a la idea de nuestro "matrimonio".
—¿Este fin de semana? —repetí, sintiendo un ligero pánico. No esperaba que fuera tan pronto.
Él asintió, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Sé que es rápido, pero es lo mejor. Cuanto antes lo hagamos, antes podremos volver a la normalidad.
Lo miré, tratando de encontrar algún indicio de nerviosismo en su rostro. Pero el señor Woodley era una muralla de profesionalismo, incluso cuando hablaba de algo tan personal como una reunión familiar para un matrimonio ficticio.
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Propuesta Laboral ©
RomanceTras graduarme en secretariado ejecutivo, decidí dar un giro a mi vida y mudarme de Madrid a Medellín, Colombia, en busca de nuevas oportunidades. Sin embargo, la realidad me golpeó cuando descubrí que encontrar trabajo no era tan sencillo como me h...