Capítulo 12

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La habitación estaba envuelta en un silencio denso cuando Fernando abrió la puerta y encendió una lámpara de mesa. La luz suave reveló un espacio moderno y elegante, con paredes en tonos oscuros y cálidos que reflejaban un diseño sofisticado pero acogedor. La cama, grande y perfectamente ordenada, se encontraba en el centro de la habitación, con un edredón gris que combinaba a la perfección con el resto de la decoración. Un rincón acogedor con una silla junto a una ventana de piso a techo ofrecía una vista impresionante de la ciudad iluminada por la noche.

Mis ojos recorrieron el espacio mientras una mezcla de nerviosismo y curiosidad se apoderaba de mí. La habitación tenía un aire de tranquilidad, pero la situación en la que nos encontrábamos era todo menos tranquila. Dormir en la misma cama que Fernando, mi jefe, era una línea que nunca pensé cruzar, y aquí estaba, en el umbral de esa realidad.

Fernando se movió con su habitual calma, dejando su reloj sobre la mesita de noche, como si esto no fuera más que otra noche cualquiera. Mientras yo intentaba controlar los latidos acelerados de mi corazón, él parecía totalmente sereno. No podía evitar sentirme un poco fuera de lugar en comparación con su compostura.

— Puedes elegir el lado que prefieras — dijo, con un tono tan casual que por un segundo casi me hizo olvidar lo extraño de la situación.

Me acerqué a la cama y me senté en el borde, mis manos jugando con el borde del edredón. Todo en la habitación era perfecto, como si cada detalle hubiera sido cuidadosamente planeado. Sin embargo, la idea de compartir este espacio con él me hacía sentir como si estuviera a punto de caer en un abismo desconocido.

Fernando se sentó en la silla junto a la ventana, su mirada fija en la vista nocturna antes de volverse hacia mí.

— Entiendo tu incomodidad — dijo, con una voz suave que contrastaba con su usual tono profesional —. Es la primera vez que una mujer dormirá en esa cama. Esta tampoco es la escena ideal para mí.

Mis ojos se abrieron ligeramente al escuchar sus palabras. ¿En serio nunca había traído a una mujer a su casa? Eso me sorprendió. Fernando era un hombre atractivo, seguro de sí mismo, y había tenido muchas relaciones casuales. No imaginaba que alguien como él mantuviera un perfil tan bajo en cuanto a su vida personal. ¿Acaso era gay? Aunque esa idea cruzó mi mente, me di cuenta de que no encajaba del todo. La verdad era que, por más que me sorprendiera, quizá era solo una cuestión de mantener su vida personal completamente separada de su imagen profesional. Aunque, de alguna manera, eso me hacía verlo con otros ojos.

— No te preocupes — respondí, tratando de ocultar mi sorpresa —. Supongo que no será tan complicado. Después de todo, estamos solo cumpliendo con un acuerdo.

— Así es, señorita Evans — su tono, de nuevo, adoptó un aspecto profesional, como si hubiera recuperado por completo su compostura.

— En esa maleta están las cosas que le compró Cristina para su estancia aquí. Si te hace falta algo, avísame — dijo Fernando señalando la maleta al lado de la cama.

Miré la maleta, como si todo estuviera perfectamente planeado. Era raro pensar que todo esto estaba preparado para mí, cuando la situación seguía siendo tan... extraña. Pero, bueno, ya estaba aquí, así que no quedaba más que adaptarme.

— Pónte cómoda, yo me voy a dar una ducha — agregó, levantándose de la silla y caminando hacia el gran armario. Sacó algo de ropa y luego se metió por una puerta que, supuse, era el baño.

Lo vi irse y me quedé allí, en la habitación, sola. El agua empezó a sonar en el baño mientras yo me quedaba mirando la maleta y luego el resto del cuarto. Todo parecía tan... bien organizado, casi como si fuera una habitación de hotel, pero yo no estaba de visita. Estaba compartiendo esta noche con mi jefe, el hombre que fingía ser mi esposo. Qué raro todo.

Propuesta Laboral ©Where stories live. Discover now