Min Yoongi , un gato blanco que vive en una mansión de lujos ¡Tratado como la deidad de su casa y dominando a los humanos como se le antoje! ¡Ha tenido la mejor vida! ¡Todo era de él, todo! hasta que un gato callejero llegó a su casa y le dejó peque...
—Vamos Lil meow meow, come—pidió la dueña, acercando un pequeño platito con paté de pollo para gatos.
Yoongi maulló molesto y le dió un manotazo al plato, haciendo que este se volcara y toda la comida cayera al piso recién limpiado. El gato blanco miró de mala gana a su dueña, buscando su cuarto, quería estar solo y dormir mucho.
—¿Pero qué le sucede últimamente? Hace dos semanas que está así.
—Lo que sí sé—interrumpió la hija de la dueña, con el pequeño conejito en sus manos—es que está muy gordo ¡Ya deja de sobrealimentarlo, mamáaaa!
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Yoongi entró a su cuarto y se subió sobre su camita, sintiéndose muy desanimado, si, estaba engordando y no solo eso, las energías parecían desaparecer, ni siquiera ganas de afilar sus garras contra el sillón tenía, o meterlas en las narices de los perros y reírse de ellos cuando salían despavoridos chillando. Pasó a su forma humana, haciéndose un ovillo sobre las suaves colchas de seda, frotando su nariz en búsqueda de algún aroma que lo hiciera sentir reconfortante.
Escuchó un suave maullido y unos ojitos saltones se asomaron por su ventana. El gato blanco maulló con leve emoción y le entregó la espalda al gato negro. Ni siquiera tenía ánimos para molestar al dichoso gato callejero. Namjoon ingresó como siempre, con su felicidad y motivación andante, depositó una rata sobre el suelo, una muy gorda de la cual se sentía orgulloso de haber cazado.
A pasitos suaves se dirigió rápido donde su nubecita, subiendo sobre la cama y entregando un suave lenguetazo por los bigotes del gato blanco.
—¿Qué sucede nubecita? hace dos semanas estás así—chilló Namjoon bajando sus orejitas—. Ni siquiera quieres comer de mis regalitos o que te toque tu suave pancita.
—Supongo que estoy enfermo—maulló Yoongi,bufando de último—incluso he estado vomitando la comida—chilló molesto ante aquel hecho de no poder ingerir bien su porciones de alimentos. Tal como le gustaba.
Namjoon escuchó los pesados suspiros del gato blanco, por lo que optó hacerle compañía, acostándose de lado mientras pasaba a su forma humana. Namjoon rodeó sus manos alrededor de la cintura ajena, cercando lo que más podías, hasta pergar sus cuerpos, el moreno acercó su nariz a la nuca y lo olfateó de un solo, al hacerlo se quedó petrificado, sintiendo leves aromas nuevos. Siguió rozando su nariz tratando de descubrir que quera aquellos olores nuevos y no supo descifrarlo. Frunció el ceño y se mantuvo abrazando al gato blanco.
Unas orejitas saltonas, ingresaron al cuarto desde la puerta gatera. El pequeño Jungkook dió saltitos hasta lograr tirarse a la cama y con sus potentes patitas, le dío varias patadas al rostro del gato negro, mirandole con muchos celos.
—¡G-ato feo, d-eja a mi papi que está-enfermito!–chilló el conejo, metiendose en medio de ambos y rodeó el cuerpo de Yoongi, abrazandolo. Yoongi abrió con lentitud los ojos, viendo al pequeño Kookie de dos añitos aferrándose a él y mostrando sus dientes a Namjoon.