Capítulo XI: El cementerio.

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Hola a todos!!!

Gracias por sus votos y comentarios!!!

Bueno, hay una noticia: A este fic le faltan otros dos capítulos para terminar, pero va a haber un especial de curiosidades, un posible preguntas y respuestas (éste depende de ustedes), y una sorpresita, pero mientras disfruten este capítulo que el siguiente va a estar muy bueno.

Hay tres canciones para este capítulo: Durmiendo me cantó, Cuánto yo deseo volverte a ver y Niña Perdida, de El Fantasma de la Ópera. Usé tres porque la primera es demasiado corta, sólo un par de líneas, y la segunda canción no tiene mucho qué contar. Les dejo los links.

Espero les guste el capítulo, si es así, comenten y voten por favor =).

Ya saben, Yuri On Ice y el Fantasma de la Ópera NO me pertenecen.

Capítulo XI: El cementerio.

Claro que todo lo ocurrido fue un escándalo, cortesía de Chris, pero al Fantasma no podría importarle menos.

Al día siguiente, fue noticia de primera plana, y para Yakov todo fue una desgracia. Su hijo no podría participar en la competencia, la fiesta salió mal y ahora tendría que pagar mucho para que la pista fuese reparada pero para la noche, pues la final era al día siguiente.

Todos los patinadores tuvieron el día libre, si querían entrenar o se iban a otra pista por ese día o lo hacían sin patines. Yuuri aprovechó y se fue al cementerio, pues ese día era el aniversario del fallecimiento de su hermana.

Llevaba tres años de ese suceso, y aún le dolía al japonés. El cementerio estaba algo retirado de la pista, así que se fue en tren, avisándole a Celestino, quien ya sabía que ese día era reservado.

El pelinegro llegó, envuelto en una capa morada, al cementerio. El invierno había llegado y el lago estaba congelado, incluso sentía el humo salir de su boca. Caminaba, viendo todas las frías tumbas, algunas que nunca eran visitadas y otras con flores frescas y regalos. Traía entre sus manos un ramo de rosas blancas.

Por fin llegó a la tumba de su hermana, que estaba algo apartada. Se hincó frente a ella y la miró fijamente.

-Hola, Mari. –Miró la placa con el nombre de su hermana mientras esbozaba una pequeña y triste sonrisa. -¿Cómo has estado? Yo he podido afrontar todo gracias al ángel que me mandaste. –Su voz comenzó a temblar. –Cuánto desearía verte... -Bajó la cabeza. –Te extraño... -Susurró mientras apretaba los ojos para impedir que las lágrimas salieran. –Cuánto deseo volverte a ver... eres mi hermana, pero eras como mi mamá... siempre me cuidaste y protegiste. –Yuuri comenzó a llorar. –A veces te veo en sueños, y quiero creer que eres tú y no mi mente. –Miró hacia arriba, donde había un ángel de piedra arriba de la placa que parecía custodiar el sueño de su hermana. Yuuri imaginó que era Mari, se levantó y tomó una de las manos que le extendía. –A veces me siento muy solo, y quisiera sólo abrazarte... -Se abrazó a la fría piedra tallada, en su mente imaginando a Mari. –Cuanto quisiera volverte a ver... -Repitió mientras cerraba los ojos y lloraba. –Cada rutina que hago, es para ti y para el ángel que me enviaste. Mañana es la final, y espero sentirte en mi corazón. –Abrió los ojos. –A veces sólo me hubiese gustado decirte algo... sólo me hubiese gustado despedirme, porque en esa ocasión no pude... me dolía mucho despedirme, pero me duele más no haberlo hecho.... Adiós, Mari. –Luego se dejó caer hasta quedar hincado y recargado en la piedra mientras lloraba por su hermana.

Estaba en medio de su dolor cuando en el lago, vio una figura patinando, sólo veía la silueta, pues la niebla le impedía ver quién era, aunque en el fondo, ya lo sabía.

Se levantó y se acercó silenciosamente. Poco antes de llegar al lago, chocó con algo, y al ver el piso, eran unos patines negros. Se los colocó y con cuidado, llegó hacia el hielo donde la figura danzaba en el extremo contrario.

Comenzó a patinar suavemente, imitando a la sombra frente a él, sintiéndose hipnotizado. En algún momento, el ángel se acercó y lo tomó de una de sus manos, y empezó a guiarlo con suavidad, como si fuese una canción de cuna.

El rubio acercó su pecho a la espalda de Yuuri, tomando sus manos y girando ambos en el hielo.

-Ángel de hielo... -Susurró Yuuri.

-Sólo déjate llevar. –Contestó el ángel en su oído en un tono suave que sonrojó un poco al pelinegro. –Yo voy a cuidar de ti.

Yuuri se relajó y se dejó guiar en esa danza de vals sobre hielo, donde el ángel no lo soltaba, al menos tomaba su mano y a veces lo abrazaba un poco de los hombros. En algún momento, incluso tuvo el rostro del ángel tan cerca del suyo que sentía su aliento cálido, pero éste nunca lo besó. El japonés se sentía en el cielo, su ángel era tan hipnotizando cuando quería... o más bien, cuando lo que danzaba concordaba con sus emociones.

-Éramos unos niños perdidos, hasta que nos encontramos. –Dijo el rubio.

-Ángel... -El nombrado lo tomó suavemente de la cintura, para luego detenerse y encarar a Yuuri.

-Ya no huyas de lo bello... quédate conmigo. Eres todo para mí, Yuuri... tú crees que yo soy tu ángel, pero tú eres mi luz y...

-¡¡YUURI!! –Llegó Viktor en una moto, interrumpiendo el momento. El Fantasma lo miró con odio.

-¿Viktor? –El albino rápidamente fue hacia el pelinegro.

-¡¿Sabes quién es él?! –Preguntó desesperado mientras miraba con terror al rubio, no sabía quién era, pero esa mirada helada lo hacía temblar. -¡No podemos confiar en nadie mientras no se sepa quién tiró la pantalla!

-¿La tiraron? –Preguntó Yuuri confundido, pero Viktor lo jaló del brazo aprovechando que ambos estaban distraídos, subió al japonés a la moto y arrancó. El Fantasma gruñó, ni corriendo podría alcanzar la moto. Ya había sido demasiado, si era necesario matar a Nikiforov, lo haría. Al fin y al cabo, el padre de ese imbécil merecía todo, y su hijo lo pagaría. Regresó al túnel por el que llegó, planeando cómo ejecutar su venganza y quitar al engendro de Nikiforov de una vez por todas del camino.

Después de un rato, Viktor y Yuuri llegaron a la pista, y el mayor jalaba de la mano al pelinegro hacia la oficina de Yakov.

-Yuuri, no debes confiar en nadie tan fácilmente...

-¿Cómo supiste dónde estaba? –Reclamó el menor. -¿Y por qué lo trataste así? ¡Era mi Ángel de Hielo! –Viktor abrió los ojos asombrado y conectó las piezas. Recordó el día anterior haber visto una cabellera larga y rubia en la cabina dos poco antes de que cayera la pantalla, luego ve a Yuuri con una persona con máscara y cabello rubio que aparentemente sabía patinar. Luego recordó las cartas, donde el Fantasma de Hielo pedía la cabina no. 2 para su uso... ¡El Fantasma de Hielo y el ángel de Yuuri eran la misma persona! ¡Y lo tuvo frente a sus ojos! Y lo veía muy romántico con el japonés. -¿Viktor? –Preguntó Yuuri cruzándose de brazos por no recibir respuesta.

-Yuuri, escúchame bien. –Lo tomó de los hombros. –El tipo con el que estabas es todo menos un ángel. Él es el Fantasma de Hielo de la pista. Él tiró la pantalla en la pista ayer... ¿Cómo no me di cuenta antes? –Susurró para sí. -¡Debes alejarte de él!

-¿Qué? ¡No! ¡Él es bueno! –Lo defendió el japonés. -¡Nunca me haría daño! ¡Él sólo vive aquí, pero no ha hecho nada!

-¡No lo sabes!

-¡Tú tampoco! ¿O tienes pruebas? –Un plan se maquiló en la mente de Viktor.

-¿Y si lo puedo comprobar?

El fantasma de hielo. | Yuri On ice. | Completo. | Yuyuu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora