14.1. Excusas banales

116 7 22
                                    

[Canción en multimedia: Adele - Set Fire to the Rain]



14.1: "Excusas banales."



Años antes de la expansión del virus...

-De cierta forma es... repulsivo, ¿no lo entienden?-expresó con cierta exasperación la voz femenina de una de las inversionistas.

-Lo hacemos, Monique, pero observemos esto como una idealización completamente nueva de una sociedad restaurada. Como un fin utópico, que de aquí en cien años o más, las generaciones futuras nos verán como sus salvadores -explicó el Jefe del CCEI, Henry, un hombre acaudalado y con un carácter ambicioso y jocoso, la mujer mostró su desapruebo torciendo un gesto.

-¿Le llamas un fin utópico a implantar en millones de personas un virus que, supuestamente, restaure sus ideologías y formas de ser y pensar? Mira todos los fallos que hemos tenido por años.

-Unos no fueron tan fallos -comentó el representante del Presidente de los EE.UU-. Tengo entendido que el experimento 2901 ha arrojado resultados de renovación cerebral.

-¿Y cómo estar seguro que sigue siendo la misma persona?-infirió otra mujer, experta en Ingeniería Genética-. A través de estudios morfológicos y físicos, estoy de acuerdo que, no cambia a la persona, por ejemplo, datos esenciales para él están ahí... solo queremos...

-... volverlos sus esclavos -la cortó la voz de Joe Cárter, gruesa y afilada, conservaba una postura seria, y no debelaba ni la aprobación ni lo contrario. Él laboraba para la política además, de conocimientos-al igual que su esposa- científicos.

-¡Al fin nos dotas con tu opinión, Joe!-se burló Henry, con un tono ácido-. ¿Dónde está tu esposa?-inquirió. Al hombre le titubeó la expresión, pero fue a penas audible.

-Melina tuvo una...-en eso la puerta fue azotada del golpe, la madera chocó contra la pared de forma estridente atrayendo la atención inmediata de la sala, Joe mantuvo la posición perentoria, mientras todos se pusieron de pie, alertas.

Un guardia de seguridad estaba ahí, tomando por las muñecas a Melina, marcando su piel blanca, ella apretó los labios y miró inmediatamente a su esposo, pidiéndole disculpas, él asintió, mirándola con todo el amor que le profesaba hace más de 40 años.

-¿Qué ocurre?-indagó Henry, algo nervioso por la expectación de la sala.

-Descubrimos a la Científica Melina Cárter hurgando entre sus documentos privados del laboratorio -El hombre alzó sus finas cejas y le dirigió una mirada de sorpresa fingida a la mujer rubia.

-¿Eso es cierto, Mel? No creo que tras tantos años trabajando juntos seas capaz de hacer algo así.

-Él tiene razón -escupió, sus ojos azules se movieron fugazmente a cada miembro de la sala-. No podemos permitir que hagan algo así.

Henry soltó una risa agria, poderosa.

-La mayoría de los que están en esta sala -alzó sus brazos señalándolos con elegancia-. Están en posiciones elevadas alrededor de todo el mundo, con influencia, conocimientos y, poder. Pagan millones por este proyecto y, ¿crees que puedes lograr que no lo hagamos, Melina?

Decadencia Apocalíptica © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora