9.1. Una vida de mentiras

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N.A: El capítulo salió más largo de lo que esperé, pero ustedes, amadas mías, lo merecen. Disfruten tanto como yo escribiéndolo. Espero se comprendan muchas cosas. Y el siguiente capítulo ya es en la actualidad.♥️

Si hay una falta ortográfica, realmente háganmelo saber :)




9.2: "Una vida de mentiras."
Relatos de una vida [2]



Tres años antes del Apocalipsis...

Jackligth, Texas.



Cuando estamos consientes de nuestra identidad, de lo que representamos, no existe ninguna cosa que nos diga lo contrario. Es lo que llevamos dentro de nosotros, lo que nos hace ser y actuar, pero cuando las mentiras y engaños se acumulan despojan un pedazo de identidad, y ahí, no hay nada que se pueda hacer para revocarlo...

Con un suavísimo suspiro la chica dejó de escribir para colocarse un mechón de sus rizos castaños detrás de su oreja, esbozó una diminuta mueca asemejada a una sonrisa y cerró su diario. Se lo llevó hasta su pecho. Era un pequeño empastado de cuero color café, se lo había reglado su padre en su décimo quinto cumpleaños y desde ahí notó que escribir lo que en su interior era liberador.

Muy a pesar de que Lyvanna se notaba una chica de carácter y simpática, escarbar en sus pensamientos más profundos era algo que... nadie había logrado.

Unos toques en la puerta la hicieron guardar su diario-debajo de la cama tenía una caja de madera con una mariposa color violeta-, se calzó con unos zapatos bajos y abrió para la puerta para encontrarse con su madre, le sonrió sin evitarlo. Era su adoración, la mujer entornó sus ojos azules hacia ella.

-Livvy, ¿qué hacías?

-Oh, estaba revisando mi espada, ¿pasa algo?-respondió.

Ella le restó importancia sacudiendo sus cabellos rubísimos.

-Nada, mi vida, ya baja a almorzar.

Lyvanna torció un puchero.

-¿Por qué no me llamaste para ayudarte?-le reprochó. A la muchacha le gustaba bastante ayudar en cuestiones de platos fuertes, aunque...

-Eres mi hija y te amo, pero no puedo dejar que nos mates con lo que cocinas, amor -río la mujer, Lyvanna torció un gesto con sus labios y rodó los ojos.

-Prefería vivir en la mentira, mamá -siguió fingiendo amargura, pero algo en la mujer, no reaccionó, no como debía ser.

Y ella lo pasó desapercibido.

-Ven -le tendió una mano que la chica tomó y apretó-, vamos a comer.

Aun tomadas de la mano, bajaron mientras seguían conversando; a pesar de que tenía una buena relación con sus padres-y que Leandro y Adriel eran los mayores, era ella quien poseía más... templanza y madurez, y a quien Nerina veía como ejemplo- tenía una mayor conexión con su madre. Era a ella quien acudía, era su amiga más fiel, su razón, y ambos, su motivo para hacerlos sentir orgullosos.

Al llegar divisó a sus hermanos y a su padre jugando con un balón de fútbol americano, sonrió, parecían chiquillos.

-¡Al fin la zarigüeya salió de su madriguera!-se burló Adriel, atrapando un lanzamiento de su padre.

Decadencia Apocalíptica © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora