16. Es nuestra guerra (Final | 1era Parte)

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[Canción en multimedia: Ruelle - War of Hearth]

Capítulo final | 1era Parte

16. "Es nuestra guerra."

Dallas, Texas, 2007.


—Ya está —dijo Maia esbozando una sutil y triste sonrisa hacia Lyvanna, esta asintió con la mirada vacía topándose la muñeca ahora vendada. Estaban en la enfermería de ese gran refugio—. Lo hicieron por los demás, Lyvanna, ten presente eso.

—Gracias, Maia —musitó ignorando lo último, levantándose.

Giordano hizo su aparición mirando con cierto pesar a la chica, ella torció un gesto hacia la morena, y él asintió, no supo porqué.

—¿Quieres que te acompañemos a tu dormitorio?—le preguntó italiano, acentuando su acento.

—No —negó enfrentándolos. Lo único que quería hacer es llegar a su habitación y leer, otra vez, esa carta, que era una de las cosas a las que se aferraba con fiereza para no destrozarse más, su tacto exigía su roce, su boca pedía su aliento, su corazón anhelaba sus latidos, y sus ojos rogaban una última mirada suya—. Iré yo, después los veo en el... velorio. —replicó, extrañada.

Ambos asintieron y ella pensó en que era algo estúpido velar algo que no estaba, por eso siempre decía que las cosas se las decía y sentía cuando se estaba en vida, no en la muerte.

—Cualquier cosa, estamos aquí —refutó Maia, la muchacha curvó una sonrisa franca hacia ambos, y cuando estaba dispuesta a marcharse, lo escuchó... hélices de lo que parecía ser, un helicóptero, todos en la habitación se alertaron, ella se apresuró en tomar su espada y, se topó el arma que llevaba atrás del vaquero.

Sabía que es estaba mal e, iba contra las normas de convivencia que le impuso Catalina: nadie podía portar armas dentro del lugar, a menos que sea cuando se salía las expediciones—aun así a James tenían que dársela—, o en casos de emergencia. Pero Lyvanna no era ingenua, en este mundo nadie estaba protegido si no tenía un arma, así que usó su cercanía a James para robar—sigilosamente, sin que nadie lo notase—, un arma que le serviría para salir de ahí y poder trazar lo que se prometió hace tiempo.

No había sido fácil; más en lo que concernía a lo físico, le detectaron un grado alto de anemia, que con mucho esfuerzo combatió, llenándose de hierro y vitaminas, aunque no estaba totalmente recuperada, no era el atisbo de cómo llegó, con los días, fue reuniendo provisiones que aseguraba dentro de su habitación, y muy pronto iba a pedir su liberación. Pero algo la ataba ahí, se sentía indecisa sobre él, lo inicial era que Santiago vaya con ella, pero con las mentiras y la traición eso flaqueó, y sin evitarlo, eso la retenía. Lo amaba, pero siempre se cuestionó si el amor que le tenía abarcaba todas las razones para anteponer lo que siempre deseó, a ella incluso.

Y ahí entraba un gran debate en su interior que no tenía respuesta.

Inmediatamente el lugar se sumergió en un hilo tenso, la mayoría de los que estaban ahí se precipitaron en salir y, realmente se asombró cuando notó a la gente acatar con obediencia la disposición de entrar a sus casas por quienes estaban a cargo. Dudosa avanzó un paso.

Era cierto, un helicóptero de grandes proporciones se alzaba por el cielo, se tensó cuando notó el logo de la Guardia Nacional, y más, cuando militares del Ejercito comenzaron a descender. No comprendía un carajo.

−Por todos los... ¿qué está pasando? —masculló Giordano.

—No lo sé, pero debemos ir a nuestro edifi... ¿qué haces, Livvy? —indagó Maia cuando Lyvanna se apresuró en ir hacia adelante, al escuchar su apodo se detuvo, hace tanto que no lo escuchaba.

Decadencia Apocalíptica © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora