15. Penúltima batalla

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[Canción en multimedia: Natural - Imagine Dragons]

15. "Penúltima batalla."

Lyvanna



Dallas, Texas, 2007.

56 días después...

Hace tiempo atrás, una vez, escuché a Leandro decir algo sobre los amigos, él decía que la amistad era como el lápiz y papel, que podíamos escribir los nombres de quienes considerábamos nuestros amigos, podíamos trazar promesas y juramentos pero, sí algo pasaba con eso, con la amistad, sí te traicionaban o, se alejaban, con un borrador se borraba la amistad, dejando un manchón inevitable de no recordar.

Por eso cuando seas amigo de alguien, escribe su nombre con un lápiz, no sabrás cuándo tendrás que borrarlo. Dijo él.

Eso no tenía que ver mucho con la situación que estaba pasando ahora, pero últimamente me esmeraba en recordar a mi familia. Lo hacía porque, cierta nostalgia-una muy, muy antigua y que no había sentido en mucho tiempo- surcaba mis sentidos durante los muchos días que pasaron, al principio, con cierta tristeza, no había cómo evitarlo, después de todo, es mi familia, a la que iba a proteger airadamente y la que iba a amar ante toda dificultad, luego de la tristeza, me embargaba el enojo, un enojo que reconocía ante todo los hechos que llevaron a que nos destruyéramos, terminando con... la muerte de Nerina, finalmente, llegaba la esperanza, esa pequeña llama de entereza que decía que podía volver a reunirme con ellos, iba a poder abrazarlos una última vez y poder profesar que los amaba y que los perdonaba ante todo.

Porque ante todo, el amor que te brinda la familia, es invaluable; es un amor irreemplazable.

Dejando todo eso... la situación en la que estábamos en este momento era catastrófica y decadente, literal.

-Vamos a morir, vamos a morir, vamos a morir...-murmuró repetidas veces con desesperación la voz del italiano, pude rodar los ojos pero los mantenía fijos caminando hacia adelante-. Ya decía yo que venir a esta jodida expedición iba a ocasionar mi prematura muerte, y yo que quería perder mi virgini...

-¡Cállate, Giordano!-lo silenció la voz de Fredd, el chico que estaba sirviendo bebidas aquel día de la fiesta-. Vas a llamar la atención de esas cosas. Y ahí sí, vamos a estar realmente jodidos, así que cierra la boca.

-Pero... ¡¿Quieres que te siga reiterando lo que va a pasar?!-volvió a chillar el italiano, me detuve abruptamente cuando noté una horda doblar una esquina, Giordano abrió los ojos horrorizado, y su boca formó una "O" que en otro momento me hubiese causado risa pero ahora no.

-Debajo de los autos, ¡ahora!-ordené corriendo hacia una camioneta roja de un aspecto antiquísimo.

-¡Pero yo no entro!-aclaró en un chillido la voz de Fredd, señalando su estómago-evidentemente abultado por las grasas y calorías-, luego, señaló debajo del auto, y quizá no cabía por ahí.

-Ay, Dios, ahora digo yo que esto va a causar mi muerte -siseé entre dientes-. Ven -lo urgí con la cabeza, frenética, luego volví a voltear rápidamente hacia el italiano y una seriedad abarcaba su rostro, asintió haciendo alusión que iba a estar bien, no realicé ningún gesto, volví a girar para dar zancadas con el chico.

Aún no me acostumbraba al hecho de tener que matarlos... otra vez, muchas veces los observaba y me cuestionaba que era de sus vidas cuando fueron humanos. Y tener los incesantes pensamientos de que una vez sonrieron, vivieron... me dejaba divagando la mirada por ellos u, en otro lugar y, ahí él, susurraba cosas, devolviéndome a la realidad, tomaba mi mentón entre sus dedos y...

Decadencia Apocalíptica © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora