Como había prometido, Ángela dejó que su hermana y Antoine se fuesen solos a por helados y ella se quedó con Toni disfrutando del fresco de la noche.
—Anda, tienes un tatuaje—Toni cogió con delicadeza el brazo de Ángela para ver mejor el tatuaje—. El ocho es mi número favorito, ¿sabías?
—No, no lo sabía, pero está bien saberlo.
—¿Vives muy lejos de aquí?
—Pues no mucho, se puede ir caminando. ¿Ya quieres librarte de mí?
—¿Qué clase de caballero crees que soy? Te voy a acompañar a casa.
—Pero mi hermana...
—Tu hermana está en buenas manos, créeme. Vamos, señorita.
Ángela asintió y caminó junto a Toni, guiándolo por las calles que conducían a su apartamento.
—¿Qué es lo que más echas de menos de tu casa?
—A mi familia, desde luego. Sobre todo a mi padre. ¿Y tú? ¿Qué es lo que más echas de menos de Alemania?
—A mi familia también, aunque me visitan siempre que pueden.
—Supongo que la familia es un punto fundamental en nuestras vidas.
—Sí... Aunque haya veces que no estén de acuerdo con algo de lo que piensas siempre van a estar ahí.
—Siempre, sí.
Ángela sonrió de lado y se adelantó a dar un saltito en su portal.
—Bueno, supongo que aquí nos despedimos.
—¿Quieres subir?—propuso ella sin dudarlo ni un segundo
—¿Subir?
—No lo malpienses, por favor. No voy a ser capaz de dormir hasta que llegue mi hermana, así que te puedo invitar a un café arriba.
—Un café ahora no, pero un colacao te lo acepto.
—Hecho—Ángela sonrió y caminó delante rumbo a las escaleras, al llegar al rellano sintió que se mareaba y se agarró a la pared
—¿Estás bien?
—Sí, solo que no estoy acostumbrada a caminar tanto y la medicación todavía me hace marearme con los esfuerzos.
—Ven, apóyate.
Toni rodeó la cintura de Ángela con su brazo y la ayudó a llegar hasta la puerta del piso, que la joven abrió a tientas.
—Gracias—suspiró ella
—No pienso soltarte hasta que estés sentada, yo preparo dos colacaos.
Ángela le dijo donde estaban las tazas y el colacao mientras se sentaba en una de las sillas. Toni calentó la leche en el microondas y colocó una taza frente a si anfitriona.
—¿Puedo saber por qué un ocho?
—¿Eh?
—Tu tatuaje, ¿por qué un ocho?
—Ah, es por... Por los ocho meses que estuve luchando por mi vida. Por los ocho meses que duró mi batalla contra la enfermedad.
—Para marcar el inicio de una nueva etapa, ¿no?
Ángela asintió y colocó sus manos alrededor de la taza caliente.
—Fue idea de mi hermana. Le encantan los tatuajes.
—Entonces entiendo que esté con Antoine—ambos sonrieron—. Pero no tiene ninguno, ¿no?
—El miércoles es su cumpleaños y le pagaré el primero. Hostia, le tengo que organizar una fiesta sorpresa, vienen mis padres y mi hermano para ella... ¿Crees que a Antoine le importará acompañarla?
—¿A Antoine? Si por él fuera se pasarían el día pegados—Toni sonrió—. Además le encantará al tener que ver con tatuajes. Yo me ofrezco para ayudarte a organizarlo todo.
—¿De verdad?
Toni asintió y cogió la mano de Ángela.
—Me encantará pasar más tiempo contigo, Ángela. De verdad.
La joven sonrió y asintió.
—Bien, entonces el miércoles a las once te quiero aquí bien despierto para buscar un local.
—¿Crees que un local te va a aceptar en el mismo día?
—A mí puede que no, pero si el que lo pide es el maravilloso Toni Kroos...
—Bueno, pero solo porque me acabas de llamar maravilloso...
Ángela soltó una carcajada y Toni le dedicó una bonita sonrisa. Charlaron un rato más, hasta que escucharon el ruido de la cerradura y las risas de la pareja que acababa de llegar.
—¿Qué tal ese helado?—preguntó Ángela al verlos entrar en la cocina sonrientes y de la mano
—Muy rico—respondió Noa—. Antoine se va a quedar esta noche a dormir, no te importa, ¿no?
Ángela levantó una ceja y dejó la taza de colacao sobre la mesa.
—Vamos a tener que poner unas normas, tomad asiento los dos.
Antoine palideció de golpe y Toni soltó una carcajada.
—Bueno, chicos, yo me voy ya que mañana madrugo—el alemán se puso de pie y Ángela se levantó para acompañarlo a la puerta
—Vuelvo ahora, las manos sobre la mesa y que no se pasen del límite, Griezmann.
—Descuida.
Toni y la joven caminaron por el pasillo hasta la puerta, él la abrió y le dedicó una sonrisa a Ángela.
—Bueno...
—Sí, bueno... Nos vemos el miércoles entonces, ¿no?
—Sí, a las once estaré aquí.
Ángela asintió y besó la mejilla del futbolista, que se quedó unos segundos mirándola sonrojado, después besó el dorso de su mano y se fue.
La joven suspiró y cerró la puerta, ¿comenzaba, tal vez, a creer en el amor a primera vista?Volvió a la cocina, Antoine seguía sentado con las manos sobre la mesa y Noa le dedicaba una mirada divertida.
—Vale, comencemos. Antoine, no me importa que vengas cuando quieras a ver a mi hermana—al francés se le iluminaron los ojos—. Pero solo puedes quedarte a dormir viernes y sábados.
—Angy, no seas así, pasa mucho tiempo fuera por...
—Si un viernes o sábado no está por trabajo, puede quedarse un día, y solo uno, entre semana, a poder ser un domingo.
Antoine asintió, un poco fastidiado.
—No tengo nada en contra tuya, Antoine, ¿pero tú dejarías a tu hija de dieciocho años dormir con su novio todos los días?
—No.
—Pues con mi hermana es lo mismo.
—Me parece razonable—aceptó el francés
—Entonces nos vamos a llevar bien—Ángela sonrió—. Hoy es viernes, así que puedes quedarte. Pero la puerta de la habitación abierta y nada de hacer nada pervertido.
Antoine asintió entre risas y ambos le dieron las buenas noches a la hermana mayor para luego dirigirse a la habitación de la pequeña. Ángela suspiró, ¿cuándo había crecido tanto su hermana?
Entonces recordó que Alejandro pasaría un tiempo con ellas y apuntó en un post-it en la nevera llamar a sus padres para preguntarles. Después se fue a la cama. Había sido un día largo y lleno de emociones.