Ángela se sentó en un banco del parque de la esquina. El lugar estaba vacío, y ella lo agradecía mucho.
Recordaba perfectamente cuando era más pequeña y sus padres la llevaban al parque. La observaban sentados en un banco mientras ella corría y jugaba. Luego añadieron el carrito de bebé de su hermana, y pronto esta se le unió a los juegos (cayéndose un montón de veces tratando de alcanzar a la mayor).Reprimió una sonrisa. Su hermana pequeña siempre había sido especial, y se había prometido protegerla de los peligros de la vida. Y ahora... Ahora estaba creciendo demasiado rápido y a punto de formar su propia familia. Demasiado rápido.
No debería haber reaccionado así. Debería apoyarla. Pero...
—Angy...
Toni se sentó a su lado y besó su cabeza.
—Estoy actuando mal, ¿verdad?
Kroos se encogió de hombros.
—En parte te entiendo, pero por otra tu hermana te necesita más que nunca y...
Ángela asintió y se secó las lágrimas. Dejó que el alemán la abrazase un rato y después volvieron de la mano al apartamento. Alex estaba mirando los dibujos en compañía de su padre.
—Parece que ha ardido Troya. ¿Qué ha pasado?
—Ay, papá...
Ángela se sentó junto a su progenitor y le explicó lo sucedido mientras Toni jugaba en el suelo con Alex.
—Cariño, tu hermana tiene casi veinte años, y Antoine y ella tienen algo serio, no es nada de una noche. Deberías apoyarla.
—¿Lo sabías?
—Me llamó desde el hospital llorando desesperada. Antoine se enteró después.
Ángela suspiró y dejó que su padre le acariciara el pelo como cuando era pequeña. Necesitaba tiempo para asimilar aquello, pero también hablar con su hermana.
☯
Ángela bajó del coche de Toni y entró en la cafetería tras despedirse del alemán con un cariñoso beso en los labios. Saludó a su compañero que acabaría el turno en unos minutos y entró a la zona de empleados para dejar su bolso y coger su delantal.
La cafetería era el lugar donde Ángela, en los últimos días, más tranquila se sentía. Hablaba con los clientes y se olvidaba del tema de su hermana. Aunque aquella tarde le resultó imposible.
Dado a que la joven no le cogía el teléfono, su hermana pequeña se plantó en la cafetería a las seis en punto, cuando comenzaba su turno, y no se movió de allí hasta que Ángela le dedicó unos minutos.
—Creo que tenemos que hablar—suspiró Noa tras recibir el café que su hermana le había servido
—Tienes razón, pero no puedo pararme mucho, hoy hay mucho cliente. ¿Cenamos esta noche?
Noa asintió.
—Antoine llegará en un rato a por mí, ha ido a buscar a Mía. Hasta entonces reclamo la agradable compañía de mi hermana.
Ángela puso los ojos en blanco y, tras asegurarse de que ningún cliente necesitaba nada, se sentó junto a su hermana. La pequeña sonrió satisfecha y sacó de su bolso una pequeña caja negra.
—¿Qué es esto?
—Un detalle. Lo ha elegido Mía.
Ángela abrió la caja con cierta desgana. Odiaba que se gastaran el dinero en ella. Pero el anillo que vio dentro le llegó al corazón. Era sencillo, plateado, con pequeñas gemas violetas incrustadas en él. En el interior tenía grabados los nombres de ambas hermanas.
—Feliz cumpleaños, Ángela.
☯
Había olvidado su propio cumpleaños, ¿cómo había sido posible? Lo peor, sin duda, era que se lo hubiera recordado su hermana, con la que llevaba dos semanas sin hablarse. Bueno, y que su novio no se hubiese acordado.
Tampoco quería decirle nada, llevaban poco tiempo juntos y era una fecha más. Eso pensaba la cántabra mientras se maquillaba un poco. Toni la recogería en diez minutos para ir al restaurante en el que habían quedado con Noa, Antoine y la pequeña Mía, pero por todos era sabido que Ángela nunca era puntual.
Cuando el alemán llegó, tuvo que esperar diez minutos por ella, pero la recibió con una gran sonrisa y un beso en los labios.
—Estás preciosa.
—Tú también estás muy guapo.
El restaurante estaba lo suficientemente lejos para poder excusarse del retraso por el tráfico. La excusa la puso Toni, porque Ángela se había quedado mirando como el vientre de su hermana se notaba debajo de los vaqueros y la blusa que llevaba. No pensaba que iba a hacerlo tan rápido.
Se sentaron a cenar. Ángela se encargó de contarle a Mía un cuento inventado mientras Toni y Antoine bromeaban sobre el siguiente derbi y Noa miraba su móvil continuamente.
Cuando iban a pedir el postre, Toni desapareció y las luces bajaron de intensidad. Entonces reapareció cantando el cumpleaños feliz con un plato en el que Ángela pudo adivinar que había mousse de chocolate y que tenía dos grandes velas.
—Te acordaste—susurró Ángela abrazándolo antes siquiera de soplar las velas
Antoine insinuó que menos mal que había puesto la mousse en la mesa, ya que sino habría quedado aplastada por los dos enamorados, y su cuñada le hizo el corte de manga antes de besar a Toni.
—¿Cómo me iba a olvidar? Hoy celebro que vino al mundo la mujer de mi vida... Y ahora pide un deseo.
Ángela sonrió y sopló las velas, aquella velada había sido perfecta. Había hecho las paces con su hermana y Toni se había acordado de su cumpleaños. El alemán la sentó en su regazo y le puso un colgante al cuello sin que ella pudiese protestar. Un bonito ocho lucía ahora Ángela en su escote.
Antoine trató de meter la cuchara en la mousse, pero Ángela se lo impidió golpeándole la mano.
—Primero Mía.
La pequeña, ilusionada, dio la primera cucharada. Después todos lo hicieron.
Al salir del restaurante caminaron un rato, aunque Noa pronto se quejó de que no se encontraba muy bien y que necesitaba descansar. Tras despedirse de Ángela y Toni, se fueron los tres y los dejaron solos.
—Bueno, cumpleañera, ¿qué te apetece hacer?
Ángela sonrió de una manera que Toni nunca había visto pero que le encantó. Le susurró una propuesta al oído y el alemán la aceptó sonriente y le besó el cuello.
El broche de oro lo pusieron haciendo el amor por primera vez en casa del alemán. Una primera vez que a Ángela nunca se le olvidaría.