Con el paso de los meses, Ángela se dio cuenta de dos cosas: la primera, que Stefan era un confidente maravilloso, y la segunda, que Toni era el hombre de sus sueños.
Aquella tarde, por primera vez en semanas, no había quedado con ninguno de ellos. Aquella tarde era para su hermana.
Había decidido, pese a lo mucho que Ángela le había pedido que no lo hiciera, retirarse ambos pechos tras detectarse un bulto benigno en uno. Antoine había acompañado a la joven por la mañana, y por la tarde le tocaba a ella hacerle compañía.No hablaron mucho, de hecho, Noa se mantuvo especialmente callada aquella tarde. Ángela no entendía qué pasaba con ella y Antoine, pero últimamente siempre que se veían ambos acababan tristes y apagados.
Aquel día sobre todo.Cuando abandonó la clínica para dirigirse a su casa, su novio la esperaba fuera.
—¿Cómo ha ido?—cuestionó al alemán tras darle un beso
—Algo pasa con ella y Anto.
—Yo también lo he notado, pero Griezmann no abre la boca.
~•~
Todo continuó con normalidad. Ángela consiguió un trabajo cerca de su apartamento. Su padre cuidaba de Alejandro cuando este no estaba en el colegio y su hermana comenzaba un proceso de mudanza a la casa de Antoine.
Esa decisión no les había gustado especialmente, ni a su padre ni a Angy, que peleó y se enfadó con ambos por precipitarse tal y como estaban y peleándose tanto. Lo único que consiguió fue acelerar la marcha de la mediana de los hermanos.
Toni visitaba a la joven todos los días. Siempre iba a esa pequeña cafetería con libros, se sentaba en la misma mesa escondida tras una planta y se pedía un té con limón mientras leía Anna Karenina. La lectura le estaba costando, pues el libro estaba en castellano y él, pese a los años que llevaba en España, todavía no lo dominaba, pero era el favorito de Ángela y solo por ello merecía la pena.
Aquella mañana la cafetería estaba especialmente tranquila. Ángela atendía en la barra a una mujer mayor que le pedía indicaciones para llegar a la boca del metro, y Toni las observaba desde su escondite. Le gustaba ver a Ángela trabajar. Sentía una paz en su interior cuando veía a la joven moverse de un lado para otro y encontrando siempre el momento exacto para dedicarle una sonrisa, aunque lo distrajese de su atareada lectura.
Su paz se vio interrumpida por un estresado Antoine que entró apresurado cargando con el carrito de Mía y las cosas de la pequeña.
—Esto de ir apresurado no me gusta nada, siento este imprevisto de última hora, Angy, pero tu hermana me ha pedido que la lleve a urgencias y...
—Descuida—Ángela tocó el hombro de su cuñado—. Toni y yo cuidaremos bien de ella. Tú mantenme informada, ¿vale?
Antoine asintió, besó la cabeza de su hija y salió corriendo para mojarse lo menos posible de camino a su coche. Toni levantó una ceja.
—¿Toni y yo? ¿Cuándo he entrado yo en tu plan?
—Cuando te has sentado ahí hace quince minutos. Mía duerme, pero cuando despierte voy a necesitar tu ayuda para que la jefa no me diga nada, así que... Toda tuya.
Toni observó con pánico el carrito de la niña.
—¿Yo solo?