☯XI☯

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Ángela mueve el vaso con el chupito que su hermana le ha puesto en la mano.

—Bebiendo no voy a solucionar nada—replicó

Noa, tambaleándose y pensando bien lo que iba a decir se apoyó en la barra.

—Bebiendo vas a olvidarte de que papá no se va a despertar—soltó una carcajada—. ¿Por qué todo da vueltas?

—Me parece que tú lo que necesitas es irte a dormir—Ángela empujó el chupito hacia el camarero y trató de agarrar a su hermana, pero esta se escabulló y le puso el vaso delante de nuevo

—Bebe y me iré a casa contigo.

Ángela suspiró, miró el vaso y bebió su contenido de un trago. Ya no sabía en qué momento había aceptado salir con su hermana, pero la súplica de Antoine que se había ido de viaje y no podía acompañarla la había convencido a llevarla y recogerla. No a entrar con ella, pero lo había hecho.

De un momento a otro iba por el quinto chupito y notaba que el alcohol comenzaba a subirle a la cabeza. No sabía donde se había metido su hermana pero en ese momento tampoco le importaba. Estaba ahogando sus penas en alcohol, aunque no debería pasarse.

—Me parece que es hora de que os lleve a casa.

—No voy a irme a ningún lado, Kroos.

—Oh, vaya si lo vas a hacer. No decías lo mismo hace cinco minutos cuando me has llamado llorando y diciendo que te querías ir.

—Estoy borracha, ¿crees que soy consciente de lo que hago?

—Sí, vamos.

Los brazos de Toni rodearon a Ángela y la levantaron cual saco de patatas. El alemán observó la discoteca donde estaban.

—¿Y tu hermana?

—Y yo qué coño sé.

—Ángela, espabila, es tu hermana pequeña. ¡Hace nada no la dejabas ni dormir con su novio!

Toni Kroos comenzaba a enfadarse. No entendía qué había pasado con Ángela para que esta se emborrachase de ese modo. No entendía nada.

(...)

Ángela se despertó debido a los gritos de su hermana. Salió de la habitación arrastrando los pies.

—¿Es necesario que grites?

Noa la miró, hecha un basilisco.

—¡No te metas! ¡Siempre te metes donde no debes!

Antoine se frotó las sienes, extasiado, y miró a su cuñada.

—Voy contigo a la cocina. Necesito un vaso de agua.

—¡No hemos acabado de discutir, Griezmann!

—Sí, hemos acabado.

Ángela se adelantó al francés y entró en la cocina primera. Suspiró y puso a hervir agua. Quería un té.
Antoine la observó desde la mesa, donde había comenzado a morderse las uñas.

—¿Por qué habéis discutido?

—Por el pedo que se pilló ayer. Toni me lo contó. No puede beber para tratar de olvidarse de sus problemas, de nuestros problemas.

—¿Tenéis problemas?

Antoine se encogió de hombros.

—Supongo que como todas las parejas. Pero últimamente tu hermana está insoportable. Lo de tu padre le está afectando demasiado.

—Lo sé. A mí también me pasa factura pero... En fin. Tengo que llamar a Toni y pedirle disculpas por lo de anoche.

—Date por disculpada. Me ha traído él esta mañana. Vendrá por la noche para recogerte y llevarte a no se donde.

—Ah. Espera, ¿qué? ¿Con estas pintas que tengo?

Antoine rió y asintió, la puerta de la cocina se abrió y Noa entró en ella. Con los ojos rojos y el móvil en la mano.

—Papá...

Ángela le cogió el teléfono.

—¿Si?

—¿Ángela? ¿Cariño?

—Pa-papá... Te has despertado.

—¿Podéis venir? Necesito abrazaros.

—Vamos para allá, ¿vale?

(...)

Antoine y Noa se quedaron fuera mientras Ángela entraba. Su padre la recibió con los brazos abiertos y se abrazaron entre lloros felices de volver a estar juntos. El hombre preguntó por Alejandro, que había hecho un nuevo amigo en la escuela y se había quedado con él unos días, y por Noa y Antoine. El francés, aunque no lo admitiese delante de él, le había caído muy bien a su suegro.
Si por Ángela fuera se habría pasado en aquella habitación horas, poniéndolo al día y disfrutando de él, pero el horario de visitas se terminó y tuvo que abandonar el cuarto.

Fuera la esperaban su hermana y Antoine, juntos se fueron hacia el coche del francés. Claro que, el destino, no era su apartamento si no un bar de tapas en el que Antoine frenó y la invitó a bajarse.

—Pero si aún no hemos llegado al apartamento.

—Ya, pero a ti te lleva Toni después—Noa le guiñó el ojo desde el asiento trasero—. Y ahora apéate que tu príncipe alemán te espera.

A Ángela no le quedó otro remedio que bajar del coche y encontrarse de frente con Kroos, que le sonreía.

—Ya me ha dicho Anto que tu padre se ha despertado—le dio un beso suave en la mejilla que a Ángela le supo a poco—. Me alegro un montón de que haya sido así.

—Hemos tenido suerte. ¿A qué se debe esta cena?

—A que me apetecía demasiado verte esta noche. Ayer te vi en mal estado.

Ángela se sonrojó.

—Lo siento, Toni. No pretendía que me vieses así, ¡si yo nunca bebo! Pero ayer...

—Descuida—los dedos del alemán juguetearon con un mechón de pelo de Ángela que sonrió de lado—. Además, ayer no pude besarte.

—Eh... Yo...

Toni también sonrió y besó la comisura de sus labios.

—Esperémonos al postre.

Cenaron tortilla, calamares y chorizos al vino que el alemán disfrutó como un niño. Después, aunque Ángela no lo supo hasta llegar, la llevó a una cafetería donde tomaron té al limón y rieron juntos.
La noche fue perfecta. Y le pusieron el broche de oro con un beso en el portal de ella.

—Espero que te lo hayas pasado bien—Toni la ayudó a bajar del coche

—Contigo siempre.

Cuando Ángela cogió las llaves para entrar Toni la sujetó por el antebrazo.

—Creo que ha llegado la hora del postre.

Se besaron con dulzura y amor. Toni la sujetó por la cintura para no separarse pronto y ella lo abrazó por el cuello.

—Creo que con esto podemos dar por oficial nuestra relación, ¿no crees?

AchtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora