☯️XIV☯️

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Ángela se despertó al sentir un ligero cosquilleo trepando por su cadera. Abrió un ojo, perezosa, y observó cómo los dedos de Toni recorrían su piel de manera dulce y delicada. La chica sonrió y se acurrucó contra él. No podía tener mejores despertares.

Desde la noche de su cumpleaños, había pasado noche sí y noche también en casa de Toni, tratando de aprovechar al máximo cada instante que pasaban juntos. El tiempo pasaba rápido y su relación estaba más que consolidada.

Todo parecía irle bien a Ángela, las cosas con Toni iban imparables, las cosas con su hermana se habían arreglado del todo y su padre se adaptaba felizmente a la vida en Madrid. Poco quedaba ya para el nacimiento de su sobrino, un pequeño niño que trataría de alegrar más aún a su tía. Ángela era la encargada de organizar la "Gender Reveal Party" de su hermana, y había preparado algo especial.

Había colocado una caja llena de globos bajo una de las porterías del campo que tenía Antoine en su casa y había colocado una diana en el larguero. Cuando Antoine acertase el tiro, la caja de abriría y descubrirían que es un niño. Todo iba a salir a la perfección.

Mientras organizaba todo y andaba de aquí para allá, comenzó a sentir que le faltaba algo de aire, pero lo recuperó después de un rato y no se preocupó por ello. Tan poca importancia le dio que fue Mia la que la encontró inconsciente en el jardín tras llamar a su tía entre lloros. Antoine acudió corriendo al escuchar el llanto desesperado de su pequeña, y llamó a la ambulancia. La fiesta podía esperar.

Ángela se despertó conectada a una máquina que conocía bien. Encontró los ojos preocupados de su novio frente a ella.

—¿Qué ha pasado?

Toni suspiró y le acarició el cabello.

—Solo un susto, amor. Nos tenías muy preocupados. Has hecho un sobre esfuerzo.

—Pero si ya no tengo nada. No estoy enferma.

—No, no estás enferma. Pero han encontrado restos de tumor en tu cuerpo. No te asustes, lo han limpiado y ya no hay nada. Pero debes descansar.

—Joder...—Ángela se limpió una pequeña lágrima que comenzaba a deslizarse por su mejilla—Toni, si me pasara algo...

—No te va a pasar nada. No voy a dejar que te pase nada.

El resto del día pasó sin más sobresaltos y tres días más tarde le dieron el alta. No asistió a la fiesta de su sobrino. No asistió al cumpleaños de su hermano. Se recluyó en la casa de Toni, negándose a hacer esfuerzos y llorando en silencio cuando el alemán se quedaba dormido. A tal punto llegó la situación que el jugador blanco le rogó a Noa que visitara a su hermana.

Así que Ángela no esperaba que, al abrir la puerta aquella tarde, se encontraría a la pequeña Mía Griezmann mordisqueando una galleta de la mano de su madrastra, cuyo vientre tenía un tamaño considerable que no le dejaba verse los pies.

—¿Qué hacéis aquí?—Ángela parpadeó algo confusa

—Si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma. No puedes quedarte aquí recluida toda la vida, pero como no sales, tendremos que entrar nosotras a sacarte. ¿A que sí, Mia?

La pequeña miró a Ángela y asintió con una sonrisa radiante.

—Si es que yo a esta pequeñaja no puedo decirle que no... ¿Un té?

Noa asintió y entró en la casa tras su hermana, que había cogido en brazos a Mia. La pequeña se vio recompensada con un Colacao por su asistencia, y ambas hermanas tuvieron una charla acerca del problema de Ángela.

Tenía miedo, miedo de recaer y morir. Miedo de no vivir todo lo que le quedaba todavía.

—¡Arriésgate, joder! No puedes dejar que la vida te pase por delante como si nada. ¿Quieres vivir experiencias? ¡Vívelas! ¡Viaja, adopta un pingüino! ¡Haz lo que te apetece realmente!

Ángela se abrazó a su hermana pequeña. ¿En qué momento habían intercambiado los papeles? Ahora era Noa la que le daba consejos y se comportaba como la madura. También era Noa la que se iba a convertir en madre en breves. Y si Ángela acababa de tener claro algo en esos instantes, era que su sobrino no iba a tener una tía depresiva. Debía salir adelante.

—Tienes razón.

—Siempre la tengo—Noa puso los ojos en blanco y le puso a Mia la cazadora—. Nos vamos al Wanda, ¿te vienes?

Las tres asistieron al entrenamiento del equipo colchonero en el estadio. Ángela se distrajo enseguida jugando con Mia y los pequeños Morata, Alessandro y Leonardo, que acababan de aterrizar en la capital.
Su cuñado la saludó con un abrazo rápido porque su gran amigo montenegrino se apresuró a apartarlo para abrazarla. Stefan Savic era el seguro de vida de Ángela en aquel territorio hostil. Era su mejor amigo, al fin y al cabo.

—¿Cómo estás?—cuestionó mirándola a los ojos

—Bien—respondió Ángela

Por primera vez en mucho tiempo, era una respuesta sincera.

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Sé que me ha quedado un poco corto pero escribiendo más llegaba a puntos sin sentido que no me convencían. Espero que podáis perdonarme por ello.

Espero que NightmareLady pase un agradable rato leyendo. Te quiero, cielote ❤️

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