☯VII☯

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Una instrumental del piano llamada River flows in you inundaba la habitación del tanatorio. Ángela se mantenía en pie sujetando con fuerza la mano de Toni, que la acariciaba con dulzura.
Alejandro no entendía nada y jugaba con un coche de juguete sentado en el suelo, mientras sus hermanas se secaban las lágrimas mientras le daban el último adiós a su madre.

Apenas unos pocos familiares habían asistido al funeral. Las hermanas habían cumplido el deseo de su madre y lo habían hecho de manera muy íntima. Habían viajado a Cantabria al día siguiente de su muerte. Toni y Antoine las habían acompañado ejerciendo de conductores toda la noche y jugando con Alejandro en sus ratos de descanso. Ninguna de las dos había sonreído desde la muerte de su madre.

—Voy a por una botella de agua—susurró el alemán y Ángela asintió

El joven salió de la sala y se dirigió a la garrafa expendedora de agua. Rellenó su botella y dio un pequeño sorbo. Estaba siendo un día muy duro, Ángela no estaba bien y lloraba por las esquinas. Verla así le partía el alma.

Volvió a la sala. Ángela sujetaba la corona de flores que sus amigas de la ciudad le habían dado. El ataúd de su madre ya se lo habían llevado al coche fúnebre. Toni cogió la mano de la chica y ella la apretó con fuerza.

—Gracias por estar aquí.

—No iba a dejarte sola en un momento así.

(...)

La vuelta a Madrid se hizo monótona y triste. Ángela vivía por y para sus hermanos. Lo había apuntado a un campamento de mañana para poder ayudar a Noa a estudiar para selectividad, y por la tarde lo llevaba a recorrer parques de la ciudad hasta que llegaba la hora de visitar a su padre y lo dejaba con su hermana.

Así fueron las dos primeras semanas. Después del examen de Selectividad las cosas cambiaron un poco. Alejandro siguió yendo al campamento de mañana, pero su hermana ya no necesitaba estudiar, así que volvió al trabajo y lo hizo durante el horario matutino. Así que Ángela se quedaba sola en casa sin nada que hacer.

A Toni no lo veía mucho. Pese a la insistencia del alemán en quedarse unos días para ayudarlas ella se había negado. No quería encariñarse de él y menos aún que Alejandro lo hiciera. El niño era muy propenso a coger cariño muy rápido y si luego algo salía mal él acababa destrozado.
Antoine, en cambio, pasaba por allí todos los días. Era él quien recogía a Alejandro del campamento después de salir de entrenar, y de vez en cuando se lo llevaba por la tarde a jugar al fútbol. A Antoine no podía alejarlo, al fin y al cabo, iba muy en serio con su hermana. Pero las normas seguían claras. Solo podía quedarse los fines de semana, y como el apartamento se les quedaba pequeño, era Noa la que iba a casa del francés.

Aquel viernes solo estaban en casa ella y su hermano pequeño, así que decidió llamar a Toni para ver qué hacía y si le apetecía ir al parque con ellos.

—¿Si?

—Hola, Kroos. Soy Angy.

—Oh, hola, Angy. ¿Cómo estás? ¿Qué haces?

—Estaba pensando en llevar a Alejandro al parque. Estoy sola con él y...

—Si quieres podéis venir al entrenamiento. ¿Paso a recogeros en media hora?

Ángela se mordió el labio inferior. Acababa de invitarla al entrenamiento del Real Madrid. Alejandro estaba deseando conocer a los jugadores, aunque a su favorito ya lo conociese. Su padre les había pegado esa obsesión suya lo Kroos, menos a Noa, que le había salido del Atlético.

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