Capítulo 4

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El poder del fuego

"Si una gota astral un día tomara tu lugar..."

Una sonrisa. Taranee tenía una sonrisa en el rostro y Hay Lin no podía hacer más que observarla. Todo había pasado como en un sueño: el descubrimiento de sus poderes, la desaparición de la abuela, el viaje al Metamundo... Y si Hay Lin no hubiera visto a su amiga atrapada en aquel mundo misterioso, diría que ahora está ahí, sentada en el pupitre detrás de ella. Pero la verdadera Taranee fue sustituida por una gemela perfecta y eso no era un sueño. Era una realidad.

-¡Lin! -exclamó el profesor, sacándola de sus pensamientos.

-¡Presente!

El hombre la miró con una ceja enarcada.

-Así que tú eres Hay Lin -dijo-. Quiero conocerlos muy bien a todos porque yo soy el único suplente de matemáticas que tendrán en mucho tiempo. La señora Rudolph... está ausente. Y yo debo ver cuánto saben sobre su materia.

Hay Lin, cansada de escuchar al hombre, miró a su amiga Irma, quien dibujaba distraídamente llamas de fuego en la hoja de su cuaderno. Hay Lin se inclinó hacia ella y vio que tenía lágrimas en los ojos.

Irma, quien siempre bromeaba y tenía una sonrisa socarrona en la cara, estaba llorando.

-Irma... ¿qué sucede?

-Nada. Solamente pienso que las matemáticas era la materia favorita de... Taranee.

Más tarde aquel día, cuando salieron de clases, las chicas cruzaban el jardín cuando el padre de Taranee llegó a buscarla. La chica se despidió de las demás con una sonrisa.

-Hoy es el aniversario de boda de mis padres y saldremos a comer -dijo-. Adiós, chicas.

Cornelia, quien aún no se acostumbraba a todo ello, la miró con ojos acusadores.

-Adiós -dijo-. Y trata de no exagerar.

-No la trates así, Cornelia -habló Will, mientras la veían alejarse con su padre-. Debe actuar como Taranee para que nadie lo descubra.

-Sí, pero recuerda que nosotras la creamos con magia, Will. Esa no es Taranee, sino una... una...

-Una gota astral -intervino Hay Lin.

-Gota astral -repitió Irma-. Me gusta ese nombre. Ella se parece a Taranee como una gota de agua.

Las Guardianas observaron como la chica saludaba cariñosamente a su familia. Compartían pequeños gestos cotidianos de afecto sin siquiera notar nada extraño.

Will notó cómo sus padres no se daban cuenta de nada y no pudo evitar preguntarse si una gota astral tomara su lugar... ¿Su madre lo notaría?

"No, seguramente no" pensó, recordando lo tensa y distante que se había convertido la relación con su madre luego de que la descubriera almorzando con el profesor Collins. Ya no hablaban como antes y los domingos habían dejado de ser lo mismo...

-Will -dijo Irma, tocándola del hombro para sacarla de sus pensamientos-. Ya debemos irnos. El autobús espera.

Las chicas subieron junto al resto de alumnos que esperaban allí. Una vez adentro, Will notó con lejanía que otra vez Cornelia e Irma discutían. Era como si les molestara cualquier cosa que la otra hiciera.

W.I.T.C.H. 1° Saga: Los Doce PortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora