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Estando ahí, frente a él, sintió como si su corazón estuviera siendo desgarrado en mil pedazos.  De no haber sido guiado hasta ahí por la señora Kim, jamás habría creído que era Mingyu quien se encontraba recostado en aquella cama, sobreviviendo apenas con la ayuda de respiración artificial. Wonwoo ahogó un sollozo y sostuvo una de las manos del menor con fuerza mientras observaba su rostro pálido y carente de vida.  Con la poca fuerza que aún le quedaba, se las arregló para sentarse junto a él mientras intentaba buscar las palabras adecuadas para lo que estaba a punto de intentar ya no solo por ellos, sino por la señora Kim también. 


La mujer se había acercado a él con las manos temblorosas y el rostro hinchado por el llanto apenas unos segundos después de su conversación con Minghao. Ella lo había mirado con tanta tristeza, frustración y rabia mal contenida que fue fácil para él adivinar que ella lo sabía, que sabía que todo había sido culpa suya. Y después de pensarlo por un momento, resolvió que no lo sorprendía. Mingyu jamás había sido bueno ocultando sus sentimientos o sus pensamientos, cualquiera que realmente lo deseara podría ver a través de él con facilidad. Lo que en realidad lo había sorprendido había sido la petición de la mujer. Ella le había dado la oportunidad de arreglarlo todo pese a la oposición de los doctores. Al parecer, prefería correr el riesgo de ver morir a su hijo antes que permitir que viviera como un cascarón vacío.


Se aclaró la garganta un par de veces y suspiró con fuerza mientras intentaba ordenar las ideas en su cabeza, y cuando no pudo hacerlo simplemente tomó con un poco más de fuerza la mano de Mingyu. Wonwoo se limpió las lagrimas que habían logrado escapar de sus ojos e inhaló y exhaló con fuerza un par de veces.


  — Dios. Lo siento tanto. — Jadeó mientras sentía como su corazón se oprimía un poco.


Durante los segundos siguientes, lo único que pudo escucharse en la sala fue el pitido del monitor de signos vitales junto al sonido del respirador. No hubo ninguna respuesta estúpida por parte de Mingyu, ni miradas de reproche color chocolatel. Solo el respirador y el  pitido constante e insistente que le taladraba lentamente los oídos.


  — Lo siento mucho, Min... Siento haber tardado tanto en comprenderlo— Murmuró con dificultad. — Esto es mi culpa.


Wonwoo guardó silencio durante algunos minutos, intentando mantener la compostura.


  — Tu madre me pidió que hiciera esto, y una parte de mi quiere hacerlo. No por ella, por nosotros. Quiero creer que si te lo digo... — Ahogó un sollozo — Que si te lo digo las flores desaparecerán y nosotros tendremos una oportunidad. Pero no es como esto funciona. No para nosotros. 


Silencio.


— Me dijeron que nadie sabía lo que ocurriría si decidía decírtelo. Que lo más probable era que tú no pudieras escucharme, y que si lo hacías entonces podrías terminar asfixiándote mientras tu cuerpo intenta expulsar los pétalos. En el fondo sé que sin importar lo que haga, no hay manera en la que esto salga bien. 


Wonwoo se limpió las lagrimas del rostro e intentó recobrar, sin ningún éxito, la compostura.


  —  La cosa es, Mingyu, que la idea de verte morir no es ni la mitad de dolorosa que verte olvidarme. Lo lamento.  No puedo soportar la idea de saber que no vas a ser capaz de sentir cualquier cosa nunca más por culpa mía   — Confesó ahogando un sollozo.—. Además, creo que tú me habrías convencido de hacer esto ¿Cierto? Me habrías mirado y me habrías dicho un montón de basura sobre la fe y la esperanza. Sobre creer que todo estaría bien. Así que... Así que te amo, Mingyu. Siempre lo hice.


Wonwoo creyó que un peso sería levantado de sus hombros en el momento en el que finalmente pudiera confesar sus sentimientos, pero no fue así. Muy por el contrario, decirlo en voz alta solo lo hacía sentir mucho más culpable y avergonzado. Y cuando el pitido constante y calmado del monitor de signos vitales se convirtió en uno frenético y agonizante, Wonwoo sintió como su mundo comenzaba a romperse. 


Lo siguiente ocurrió como había ocurrido el ataque de Mingyu y el viaje al hospital, a una velocidad tan vertiginosa que sus sentidos eran apenas capaces de registrar lo que estaba ocurriendo. Las enfermeras entraron de manera apresurada a la habitación seguidas de algunos doctores, y, mientras Mingyu desaparecía por el pasillo, el llanto desesperado de la señora Kim le taladraba los oídos.



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Dos capítulos más -Quizá tres- y esto llega a su fin. Espero que les esté gustando. 

Hanahaki (Meanie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora