6. CUANDO LA MUERTE LLAMA

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-No creo que deje de llover hoy-dijo Maggie-. ¿Qué hacemos?

-Buscar resguardo -respondió Daryl.

-La lluvia borrará el rastro.

-Lo encontraré para ti mañana.

Maggie pareció dudar, habían salido de Hilltop antes que saliera el sol y cuando se detuvieron en el cruce de caminos y bajaron de la motocicleta, el sol había terminado de salir.

Desde ese momento habían seguido a pie.

-Ya estamos empapados,podríamos seguir otro rato -habló levantando la voz para hacerse oír por encima del ruido de la lluvia helada, esa que venía siempre en marzo a causa del deshielo.

El arquero sacudió la cabeza.Podían seguir otro rato o la noche entera, pero la lluvia era demasiada y se acercaba la tormenta. Estaban a más de nueve kilómetros al sur de Alejandría, demasiado cerca todavía de la ciudadela amurallada, había una casa de seguridad cerca.

Podían seguir andando hasta que los pies se les cansaran, pero le había prometido a Jesús que se priorizaría por encima de la obstinada necesidad de Maggie, incluso si eso significaba resguardarse de una simple lluvia para evitar que algún Caminante les saltara de sorpresa o acabaran atorados en un problema a causa de la lluvia.

-Encontraré el rastro mañana-prometió.

Pensó que Maggie insistiría,pero no lo hizo. Torció la boca en silencio y asintió. Iba vestida con ropa para soportar el clima, botas altas, chamarra de cuero con fondo de lana, un impermeable encima, pantalones vaqueros que se le ajustaban, sucios de lodo en esos momentos, y el cabello un poco crecido en una cola alta despejándole la cara, y caminaba detrás del pelinegro con una mano aferrada al impermeable rojo que le había dado a Daryl esa misma mañana.

-De acuerdo -aceptó.

El hombre la llevó hasta una cabaña, entraron atrancando la puerta por dentro: Maggie encendió fuego en la pequeña chimenea del fundo, colgando en una esquina el impermeable para que goteara y sacándose la ropa empapada; misma que entregó al moreno, que las exprimió para ella en el baño y las tendieron cerca del fuego, y dado que no podían dejar que la mujer anduviera por allí en paños menores (y porque esos paños también necesitaban secarse), el hombretón le alcanzó de la ropa escondida bajo un tablón suelto del suelo una playera y un pantalón que no eran ni remotamente de su talla, pero ella los aceptó de todos modos. Se quitó el sosténr antes de ponerse la playera, dándole la espalda a Daryl, quien se esforzó por concentrarse en calentar la comida en lata para darle su espacio a la mujer aunque la cabaña era de apenas menos de cuarenta metros cuadrados. No sería la primera vez que la veía sin ropa encima, en todo caso, cuando vivían en la prisión le había tocado cierta vez ir a despertarla para un cambio de guardia y la encontró desnuda bajo las cobijas luego de haber estado durmiendo con Glenn, y también fue quien llegó a ayudarla a cubrirse con una manta de las miradas indiscretas cuando la mujer intentaba cambiarse en un camino a cualquier parte.

El hombre de cabellos negros y cada vez más canas se quitó su propia ropa y la puso junto a la de ella, poniéndose una muda que le ajustó mejor al cuerpo que a Maggie. Se sentaron al calor del fuego y comieron en silencio; en algún momento la mujer suspiró exageradamente y recargó su peso inclinada contra el hombro de él. Silencio.

Un silencio que Maggie rompió con voz que intentó sonar animada, le preguntó si su castaño amante era un buen esposo y Daryl respondió con un asentimiento.

-Pero no quiere ser el padre de tu hijo, ¿cierto?

-Cierto-, sintió que era una pregunta con trampa, pero no comprendió la trampa.

Dioses del Edén IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora