15. REDENCIÓN

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El prisionero pasó por entre la gente, el campamento estaba montado en torno a una vieja iglesia abandonada en una antigua comarca, cerca y a las afueras de los terrenos que correspondían a Alejandría todavía. Del templo todavía quedaban gran parte de los muros y casi nada del techo.

-El Cielo es para los arrepentidos -dijo un joven sacerdote-. Terminemos con esto antes de que algo más vaya a suceder-, golpeó la puerta de la iglesia llamando a los que estaban adentro, e hizo una señal con las manos a un grupo de hombres para que llevaran al arquero y a Hunter al sitio donde permanecía una enorme cruz de madera tallada y podrida por el tiempo y el clima.

El campamento tenía dos secciones, la de los religiosos que estaba en torno a la iglesia, y la de los otros, un pequeño montón de tiendas de telas y pieles encimadas unas contra las otras, con unas cuantas hogueras donde se preparaba comida o se hervía agua, algunos animales metidos en jaulas, unas pocas carretas, caballos, y al este, un muro de cruces metálicas donde colgaban Caminantes gruñendo mordiendo a los Caminantes que, allá afuera, pasan ignorando a los vivos, y el moreno pensó que debían ser cadáveres frescos para resistir las sogas y los clavos. En el campamento, con tantos enfermos y tullidos, cadáveres nuevos era lo último que debía faltarles.

Tres hombres sujetaron por los hombros al pelinegro empujándolo para que avanzara hacia el pedestal de piedra junto a la cruz podrida. Con un empellón lo obligaron a hincarse. Desde su posición, de espaldas a la iglesia, escuchó el viejo portón comenzando a abrirse.

Una muchacha se acercó para intentar arrebatarle a Hunter y llevarlo con los monjes.

-No -bramó Daryl al notar que pretendía quitárselo y la empujó con toda la fuerza de una de sus manos-: Mi hijo se queda conmigo.

La chica cayó precipitadamente y la gente comenzó a acercarse, curiosa, para saber lo que estaba pasando.

Una niña se apresuró a ir a intentar ser quien le quitara al hijo, probablemente pensando que a ella no le haría daño, pero Daryl en esos momentos estaba en un estado que Negan habría llamado "estado depredador" donde sólo habría reconocido a los suyos como "no peligrosos" para no hacerles daño.

Un puñetazo y la niña cayó noqueada.

-¡Basta! -rugió un hombre y fue a arrebatar al hijo, pero el moreno se levantó de un salto y lo embistió para caer encima y comenzar a golpearlo en la cara. Hunter estaba en la cangurera abrazado contra su espalda, mirando ajeno lo que pasaba, quizá suficientemente acostumbrado ya a los movimientos de su padre.

Un par de niños tuvieron que jalar al moreno antes de que matara a golpes al Tío Noé, y cuando los niños fueron arrojados de una patada y calleron chillando, tres chiquillos más fueron por los niños caídos y una muchacha fue hacia el pelinegro estirando los brazos para detener el con nato de pelea.

Nadie iba a quitarle al niño, dijo ella, si quería morir junto con el bebé, no se lo podían impedir; Daryl miró alrededor como un animal retando al siguiente que se atreviera a acercar. Escuchó en alguna parte, detrás del aro de personas que se había formado, la voz de Issac ordenando que alguien sujetara al moreno, sin quitarle a Hunter, y lo llevaran al pedestal.

Una mujer con ropas de monja,tremendamente alta y fornida, se adelantó briosa y sujetó al moreno con toda la fuerza y violencia que pudo para arrastrarlo hacia el pedestal de piedra negra donde esperaba un cáliz de bronce llena convino, y una daga que más parecía un machete pequeño.

Alguien comenzó los empujones en el círculo de personas que se habían acercado para mirar.

Pronto todos se estaban empujando cada vez más cerca para mirar mejor, mientras los seis Hermanos que salieron de la iglesia rodearon el tumulto para ir hacia el otro lado del pedestal.

Dioses del Edén IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora