18. LA IRA DE DIOS

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La tormenta los atrapó a todos en Alejandría. Fue una tormenta grande que los mantuvo a todos resguardados en sus casas y las carpas. Una tormenta así no tenía demasiado sentido en pleno septiembre, por lo que algunos miembros de Hilltop todavía recelosos comentaron en voz baja que seguía siendo una especie de castigo de Dios contra ellos.

Por suerte, nuestros protagonistas no tuvieron que soportar dichas quejas. Refugiados en su hogar, se mantuvieron ajenos al resto del mundo, aunque habrían querido ir a buscar a los monjes, lo cierto fue que sabían que las cavernas estaban suficientemente cerca de Alejandría para que también les afectara la tormenta y tendrían que soportar enclaustrados en las cuevas, sin comida ni demasiadas posibilidades de salir a cazar. Ese fue su único consuelo.

***

Encerrados prácticamente todo el mes de septiembre, el único problema que enfrentó Alejandría (además del exceso de gente y las nuevas cosechas ahogándose) fue el mensajero que salió rumbo al Santuario para pedir noticias de aquellos lados.

La querida Holly partió temprano una mañana cuando la tormenta era apenas más que una simple lluvia, y volvió muchos días después escoltada en una carreta por tres Salvadores, quienes dieron la noticia de que encontraron a la chica dentro de uno de los pozos excavados que mandó a hacer Dixon para cazar animales o atrapar Caminantes antes de que éstos llegaran a las carreteras, pero sin las escaleras clavadas que mandó a poner para que la gente normal pudiera entrar y salir de ellos.

El caballo de Holly se había ido y a la mujer la arrojaron al agujero.

-Tres chicos con bayonetas, de los que estaban armados en el campamento que atacamos-contó la mujer horas más tarde recostada en su cama-, salieron de la nada y acribillaron a mi caballo, me caí del animal y luego me arrastraron y me arrojaron a pozo. Creo que creían que me matarían los dos Caminantes del fondo.

Desde luego que no lo consiguieron, pero en la caída la mujer se rompió la cadera y ahora estaba confinada a una silla de ruedas.

Además de aquello, Alejandría continuó sin ningún nuevo inconveniente y los líderes de las comunidades decidieron marcar un toque de queda hasta que la tormenta terminara, Rick incluso dio un discurso grandilocuente asegurando que todos estaban reunidos en el Edén que ellos mismos habían construido, en este nuevo mundo donde ellos eran los dioses de ese Edén, y mientras estuvieran juntos no tendrían por qué temerle a la ira de ningún dios.

Entre tantos días encerrados en sus casas, ocurrieron varias cosas, sin duda, de las casuales y normales que podrían haber ocurrido otrora en tiempos mejores y que en medio de un apocalipsis zombie parecían extrañas.

Cierto día, por ejemplo, mientras todos en la pequeña casona donde se amontonaban jugaban algún juego de mesa donde las chicas (Yummiko, Magna y Conni) estaban dando una arrastrada a los muchachos, en el piso superior Paul dio un alarido que levantó al pelinegro de su silla de un salto y prácticamente subió corriendo a ver qué ocurría.

Encontró a Rovia recargado contra una pared, jadeando y maldiciendo en voz queda, apretando con su mano derecha el brazo izquierdo y golpeando su cabeza contra el muro, había intentado mover la mano lastimada y el dolor salió de sus dedos como un latigazo ardiente hasta el agujero que estaba intentando cerrarse todavía.

Odiaba no poder mover la mano, necesitaba rehabilitación y la paciencia nunca había sido su fuerte, pero el dolor embotó su cabeza. Daryl tuvo que abrazarlo con el cuerpo entero y sentarse en el suelo para evitar que siguiera retorciéndose e intentando desesperadamente obligar a su mano a moverse. Cuando Magna subió a verlos, los encontró en el piso, abrazados (por no decir enredados), con Dixon sobándole la mano causando fricción para que poco a poco consiguiera mover los dedos y un cigarro pasando de unos labios a otros como método de relajación, desde entonces comenzaron un proceso de trabajo para la mano de Rovia en algo que Luke llamó trabajo en familia; Yumiko usó agujas para acupuntura, Connie ofreció masajes, Luke lo ayudó a estirar los dedos, Magna y Kelly le ofrecieron peso para que recuperara un poco de fuerza, Daryl puso las manos para que el castaño golpeara practicando sus viejos golpes y recuperar la confianza en ellos, y Hunter le llenó de besos la mano cada mañana para curarle el dolor. Útil o no, fue una buena manera de pasar el mes y de que todos formaran una causa para soportar los días de lluvia ininterrumpida.

Dioses del Edén IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora