Capitulo 7

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Bajó sus jeans, dejando libre sus lindas piernas y dejándola solo con su lencería sexy color rojo.

La tenía prácticamente desnuda y además estaba encima suyo ¿Que más podía pedir?

—Eres tan hermosa-
—Le dijo la chica excitada.

Terminó de quitar completamente sus jeans, y en ese momento una duda surgió en su mente

¿Cómo rayos iba hacerlo?

Pues hoy iba a practicar lo que aprendió con las pocas películas para adultos que había visto.

Besó sus labios otra vez, no se cansaba. Era tan dulce hacerlo, le encantaba.

Con sus manos daba toques suaves es sus piernas blancas y suaves, lo que hacía que gimiera en sus labios.

Sus gemidos, eran tan delicados y un poco agudos. Jamás había tocado a una mujer y hoy la hacía gemir mucho.

Jugó con el elástico de su ropa interior y con una mano acariciaba su enorme trasero, que por estar tan pendiente de sus pechos se había olvidado de ellos.

Alice por fin quitó la única prenda que le quedaba y por fin estaba desnuda completamente.

Dejó de besarla para mirarla y acordarse de cada rincón de su cuerpo.

Había lunares por sus senos, otros en su abdomen y en sus brazos.

Su piel era tan blanca y tan suave, tenía una peculiar olor a vainilla que le encantaba.

Miró su vagina y en ese momento creyó no ver nada más lindo que eso, además de sus ojos.

Era pequeña, delicada y estaba sin un solo pelo púbico. Era sexy y hacía que su excitación subiera por las nubes.

—Desde que te vi pensé que eras hermosa y ahora que te veo así pienso que eres perfecta.

Besó sus labios de nuevo, pasó su le gusta por su labio como ella lo hizo al principio y le sacó un gemido.

Acarició su espalda, lo que a Ana le sacaba unos dulces escalofríos y la hacía gemir.

Quería llevarla al límite, quería tocar cada parte de su cuerpo y memorizarlo con los ojos cerrados.

Ana empezaba a llegar al límite, quería que metiece sus dedos en ella, quería que la hiciera gemir como loca.

—Al, por favor— le susurró.

Y ella entendió, llegó la parte que tanto deseaba y a la vez que le daba mucho miedo.

Alice la cogió de la cintura y la puso debajo de ella.

Miró la el pañuelo negro que tenía en su muñeca y su imaginación voló por un segundo.

La podría amarrar, pero no sabía cómo hacer el nudo, entonces podría venderle los ojos, así sería más fácil hacer el nudo.

Quitó su bandana y luego le dijo a Ana.

—Quiero que sientas todo esto ¿Está bien? Quédate quieta.

La rubia la miró sin entender, hasta que vio el pañuelo negro y sonrió.

—Esta bien, amor.

Acomodó el pañuelo para amarrarlo en su cabeza.

Lo cogió y lo pasó por sus orejas y luego lo amarro en la parte de atrás de su cabeza, sin coger ninguno de sus rizos rubios para no lastimarla.

Y ahí estaba Ana, sin ver nada y agudizando su oído para escucharlo todo.

Alice acercó sus labios a los de ella, besandolos tan despacio.

La jefe de mi madreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora