Capitulo 8

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Llegó a su cuarto y se tiró en la cama con una sonrisa.

Todo eso fue real, no fue un sueño. La había besado, abrazado y la hizo disfrutar como siempre quiso.

Suspiró todavía con una sonrisa es su cara. Pero entonces cayó en cuenta de algo.

¿Que pasaría apartir de ahora? ¿Que eran exactamente?

Tendría que hablar con ella, sobre muchas cosas. Ahora sólo tenía que disfrutar de todo esto.

Cogió su celular y abrió la foto que le había tomado.

Sonrió como boba, como siempre lo solía hacer cuando la veía.

¿Que tenía que la volvía tan loca?

La respuesta era sencilla:

Lo tenía todo.

...

—Hija, iré un momento a comprar unas cosas con Johana.

Alice la miró algo sorprendida ¿Cómo es que el destino le abría así las puertas?

—Esta bien— Dijo simplemente para no generar sospechas.

—Te quedaras con Ana ¿Está bien?

Volteó a ver a Ana quien la miraba con una sonrisa. Dios, si esto era en infierno era jodidamente bueno.

—Tranquila Jessie, ve con Johana. Igual necesito que me ayude con las cajas allá atrás— Ana apareció detrás suyo y se hizo a su lado, poniendo una mano en su hombro.

—Está bien, intentaré no demorarme.

—Tranquila, tomate tu tiempo— La rubia apretó el hombro de la chica de forma suave.

Joder, eso no era un simple gesto.

Johana salió con los cascos, se despidieron y luego se fueron en la motocicleta.

—Ayúdame a cerrar— Dijo la rubia cerrando rápidamente una puerta del salón.

La chica hizo caso y cerró la otra puerta.

—¿Y si nos descubren?— Le dijo con algo de miedo.

Al, eso no va pasar ¿Si? Lo prometo— La abrazó con fuerza y luego la besó.

Sus dulces labios, sintiendo esa corriente eléctrica que iba por todo su cuerpo. Y ahora, unas mariposas se instalaban en su estómago.

Cuando terminó el beso, abrió sus ojos y Ana pudo ver lo que había en ellos. Amor, solo había amor y no deseo.

—Ana, tenemos que hablar, de algunas cosas que aún no me quedan claras— Lo dijo segura, pero realmente titubeaba en su mente.

Ana asintió y le sonrió.

—Claro, sé que esto es para ti y quieres poner las cosas claras. Ven, vamos a mi cuarto.

La cogió de la mano y la guió a s habitación, pero está vez por el camino de su casa y no del baño.

Está vez si pudo apreciarse bien su cuarto.

Tenía una cuadro gigante de una mujer desnuda que daba la espalda. La pintura colgaba arriba de la cama

Un gran armario en la parte izquierda de su habitación, seguramente era para su marido ya que ella tenía todo un cuarto de ropa.

Y un televisor grande colgaba en la pared.

Lo que había que admitir es que jamás había visto una cama tan grande.

Era muy ancha, prácticamente ocupaba toda la habitación.

Ana la guió hasta su cama y las dos se sentaron. Una frente a la otra.

—Dime entonces, amor.

Alice pensó un momento ¿Sería bueno decir esto? Pero ¿Que más daba? necesitaba aclarar todo.

—Tu y yo ¿Que somos?— La miró a esos bonitos ojos color café.

La rubia sonrió.

—Somos muchas cosas, Al. Pero a la vez no somos nada. Somos personas que se demuestran amor y algo más cuando la gente no está mirando. Somos amigas, compañeras, amantes. Somos amor Alice.

—Veo como me miras Alice—Prosiguió— Se que me quieres mucho, te estás enamorando y tienes miedo que te lastime. Voy a estar para ti Alice, cuando lo necesites puedes hablar conmigo. No solo estoy contigo para calmar mis calenturas, eres una linda persona que tiene sentimientos muy bonitos y yo no quiero herirlos, no quiero herirte. Yo te quiero Al, te quiero muchísimo. Desde que te Vi sabía que algo en mi vida iba a cambiar, que nada volvería a ser igual.

La chica la abrazó, la quería mucho y no podía negarse. Jamás en su vida alguien le había dicho algo tan bonito, era la primera vez que se entregaba a alguien, que besaba, que hacía el amor. Ella era su primera vez en muchos sentidos.

—Se que te debes estar preguntando que es lo que pasa con Alfredo. Y es que no lo quiero Alice, no sé si lo has notado pero muchas personas me lo dicen y tienen razón. Alfredo ha Sido una buena persona conmigo, que me ayudó cuando más lo necesite pero la verdad es que no lo quiero como marido.

—Ana, eso ya lo sabía, desde que los vi juntos algo no me cuadraba.

—Y tenías razón, es agradecimiento lo que siento porqué me ayudó en un momento duro de mi vida.

Ana la besó lento. Había momento en la vida que no tienes que hacer las cosas rápido, no hay que apresurarse. Hay que disfrutar de cada una de las emociones que sientes, de lo que haces, del sabor de las cosas, de los pequeños toques que te haces disfrutar.

Y ahora ella lo estaban disfrutando, disfrutaban una de la otra. Lo que tanto esperaron hacer y ya que había llegado el momento había que disfrutarlo.

Su boca tenía un peculiar sabor que no descifraba, pero que le gustaba mucho. Sus labios eran suaves y carnosos y su lengua. Su lengua le daba pequeños toques que la volvían loca.

Las mariposas volvieron a formase en su estómago y sentía como revoloteaban.

Cogió su cintura y comenzó a acariciarla suavemente.

Ana la cogía del cuello, lo que hacía que estuvieran abrazadas.

Calleron a la cama sin mucha brusquedad y siguieron el beso.

Ana también sentía algo extraño, algo que hace tiempo que sentía pero que le gustaba. No lograba descifrar que era esto, pero ya habría tiempo para descubrirlo.

Los labios de Alice eran pequeños, suaves y adecuar verdad es que se movía muy bien, le encantaba.

La mano se Alice se deslizó en su espalda, sabía que era su punto débil.

Subió hasta su cuello y bajó de nuevo, provocando un escalofrío a Ana.

Arqueó un poco su espalda por las caricias.

El aire comenzaba a faltar así que se separaron. Ana se acercó al cuello de la chica y suspiró.

Sintió algo tan bueno, algo que nunca había sentido.

Gimió por lo bajo, lo que significó que le gustó y Ana comenzó a besar la zona.

Eran una clase de cosquillas, escalofríos, calor, humedad. No podía describirlo bien pero lo único que quería es que Ana no sé detuviera.

Y la rubia siguió, ahora con pequeños mordiscos y su lengua entraba en juego.

—A-ana— Gimió

Ella no contestó, estaba ocupada con su cuello.

Entonces Alice deslizó como pudo su mano en la espalda de la rubia y escuchó como gemía por lo bajo.

La chica rió un poco.

—Muy graciosa, Al— Le dijo Ana.

La quería mucho. Y con una sonrisa recordó algo.

Recordó las pequeñas señales que Ana le daba sin que ella se diera cuenta.

La jefe de mi madreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora