Capítulo 11

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Narrador omnisciente

Alice tenía las manos con una fina capa de sudor.

Estaba nerviosa, más que eso. Estaba al borde de la paranoia.

Caminaba con algo de prisa pero con mucho miedo de llegar a la casa de la jefe de su madre.

Era sábado, hoy habían quedado en que Alice se quedaría en su casa.

Le había dicho a su madre que junto con Génesis y otras chicas se quedarían a dormir en la casa de su amiga morena.

Todo lo normal, no fue nada difícil salir de su casa, pero aún así ella seguía nerviosa.

Por Dios, había visto a la mujer desnuda y ella la había visto hecha un león hambriento ¿Por qué tan nerviosa?

La verdad es que no sabía, pero es que ella era así, le daba rabia a veces lo insegura que podría ser.

Traía un bolso en su espalda y caminaba los oscuras calles de esta pequeña ciudad.

Eran las 9 de la noche, en la parte central de la ciudad estaba hecha un desastre. Ya que las personas salían a divertirse y esas cosas. Pero ya había cruzado ese lugar, ahora estaba a unas calles de la casa de la mujer.

Muy pocas personas habían en las calles de este barrió, era bueno en cierto punto. Ya que nadie la vería entrar a la casa de esa preciosa mujer.

En una de sus manos cargaba una bolsa con chocolates dentro.

Rogaba a que a la rubia le gustarán, no sabía que traerle por lo que estaba en el gimnasio y estaría en dieta.

Suspiró luego de a ver parado en seco.
Estaba en la esquina de la casa y ahora sí que estaba más nerviosa.

Miró el cielo oscuro con una que otra estrella, había poca luz, solo estaba la de las luces de la calle.

El poco viento combina todo perfectamente, le dió un poco de frío pero eso lo hacía más emocionante.

Solo se escuchaban los ruidos de los grillos en alguna parte de la calle pero todo estaba cerrado.

Casa cerradas, almacenes cerrados y definitivamente nadie afuera.

Busco en un bolsillo de su pantalón la llave de la casa que le había dado su rubia y la sostuvo en su mano, lista para cuando llegara.

Le hecho un último vistazo al tranquilo lugar y siguió su corto camino.

Pasó tras pasó se iba acercando más.

Estaba nerviosa, si. Pero estaba más que felíz. Hoy tendría a la hermosa mujer solo para ella. Sin complicaciones.

Uno, dos, tres pasos y ya estaba en esa puerta.

Miró a ambos lados para cerciorarse de nuevo que nadie estaba en la cuadra.

Entonces, colocó la llave entre sus dedos. La puso en la cerradura para luego girarla.

Todo esto lo veía en cámara lenta. Dios, esto era jodidamente excitante.

La puerta se abrió y rápidamente entró a la linda casa de su amante.

La luz de la sala estaba encendida pero no había nadie.

Se dió la vuelta para cerrar la puerta y cuando volvió a mirar al salón ella estaba ahí.

En el rostro de la joven se mostró una o en su boca, sus cejas se levantaron y sus ojos brillaron.

Acababa de salir de su cuarto y estaba ahí parada con una pijama de encaje negra.

Era de dos conjuntos. Una tela delgada que dejaba todo a la imaginación, se podía ver su trabajado abdomen y por otro lado estaban esos pequeños shorts de la misma tela que te dejaba ver mucho.

La jefe de mi madreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora