Introduccion

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Mi mundo es muy diferente al suyo.

Los observo día con día andar de aquí para allá a través de este transparente cristal.

Los he visto de muchas maneras; enojados, tristes, felices, emocionados, confundidos y pensativos. Cada uno de ellos hace algo que me maravilla durante el trascurso de un día. Y solo yo, puedo observarlos y detallarlos de la manera en que lo hago. Y nadie como yo, tiene la fortuna de detenerse a observarlos a cada uno con admiración y ¿Por qué no? Con algo de curiosidad y encanto.

Pero, mi tristeza va en aumento cuando casi nadie me nota a mí.

Una que otra vez, alguno de ellos se ha tomado la molestia de pararse enfrente mío para mirarme con una mezcla de curiosidad y extrañeza en sus rostros, a través de este cristal que me separa de su mundo. Y yo supongo rápidamente, que esos sentimientos son porque se preguntan de inmediato el por qué me veo tan real o quizás, el por qué de que cada día diferente que pasan por ahí, tengo una posición distinta con mi cuerpo pero con la misma expresión seria y analítica en mi rostro. Después, los veo encogerse de hombros, restándole importancia a cualquier cosa que sus mentes estuvieran pensando y se marchan, siguiendo sus caminos. Siguiendo con la vida, que yo, como lo que soy y por lo que cargo, no puedo tener.

He visto innumerables cosas desde mi posición en esta lúgubre y solitaria tienda, y en este aparador único y hecho especialmente para mí.

Recuerdo mucho a aquella dulce anciana de risueños ojos mieles y cabellos blanquecinos rebeldes, que todos los días camina por la acera del otro lado de la calle de donde me encuentro, mirándome con algo de miedo hasta llegar a un árbol de hojas verdes con su bastón en mano para ayudarse a caminar, para después de una bolsita pequeña de color café saca el alimento para aves y lo esparce por el suelo, siendo rápidamente recogido por aquellos bonitas criaturas de colores y alas emplumadas.

Y también viene a mi mente, aquel joven de cabellos rubios y ojos azules que con su mochila cargada en el hombro pasa por enfrente de mí regalándome siempre una mirada de curiosidad, dirigiéndose a lo que sería un centro de estudios para jóvenes como él. Lo que llama mi atención de ese joven, es que siempre lleva ese semblante de preocupación y enojo cada vez que sus pasos se apresuran a ese lugar, como si detestara asistir o tuviera miedo o preocupación de algo. Y a veces, me gustaría sonreírle para tranquilizarlo, pero lamentablemente no puedo porque no debo moverme. Y aunque quisiera, no podría hacerlo ni con el más grande de mis esfuerzos.

Por supuesto, he visto a más de ellos que siempre con cotidianidad están cerca de donde yo los puedo observar, como a un hombre que riega las plantas todos los días, una mujer que se sube en un automóvil amarillo brillante o como en el atardecer unos jóvenes con guitarras en mano tocan melancólicas melodías con estas para ganarse unas cuantas monedas de las demás personas que pasan por ahí. Y no quiero seguir, porque jamás terminaría de describir a todos y a cada uno de ellos, quienes llaman mi atención.

Así como los he visto, los he escuchado de igual forma.

Viene de inmediato a mí, aquella vez que escuché a una pareja de enamorados discutir. Él la abrazaba a ella contra su pecho con algo de fuerza, temiendo dejarla ir, acariciando sus cabellos rubios con delicadeza y susurrándole innumerables perdones que la mujer ignoraba por estar tratando de forcejear contra él con lágrimas en sus bonitos y tristes ojos mieles, mientras exclamaba cargada de cegadora furia lo mucho que lo odiaba y que jamás quería volver a verlo.

O como esa vez, que escuché a un padre de edad avanzada reprehender a su adolescente hijo rebelde, de ropajes totalmente negros, con mirada marrón distante y ausente, por algo relacionado con bebidas embriagantes y polvos adúlteros.

Human-Doll; frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora