Capítulo 3

1.3K 193 75
                                    

En algún momento a mitad de la noche después de dos modestos orgasmos alguien empezó a chillar y no era la rubia que medio roncaba a su lado, la suerte estuvo de su lado pues la despertó e insistió en marcharse, la acompañó al elevador tratando de ser cortes, ella le dijo que volviera a llamar en cualquier momento a lo que respondió con una sonrisa, no era un hombre de promesas. Quizá exceptuando el hecho de que si aquellos chillidos no se detenían pronto iba a llamar a la recepción para quejarse, y más que promesa era una amenaza.

La mañana llegó demasiado pronto, así que luego de una ducha larga bajo el agua caliente, ponerse uno de sus conjuntos para el trabajo y meter algunas cosas en su maletín se dispuso a ponerse en marcha rumbo al trabajo, tomaría el desayuno en la cafetería que estaba en la esquina del edificio, tomando su juego de llaves abrió la puerta y se quedó ahí de pie un momento.

Olía a galletas de chocolate.

Miró hacia el cesto de basura, vio el plato con el plástico, las galletas estarían intactas ahí adentro, además solo había papeles amontonado ahí, no pasaba nada si las sacaba y...

-Eres patético, Dornan.

Aún así, dejó el maletín en el suelo, sacó el plato diciéndose que de igual forma tenía que devolvérselo a su vecina, quitó el envoltorio y tomó una de las galletas, estaba cubierta por la mitad con chocolate, el estómago le gruñó por el aroma tan seductor; la primer mordida fue crujiente y luego se derritió en su boca. Estaban deliciosas. Con un poco más fuerza que la necesaria tomó un recipiente de plástico, metió ahí el resto y las llevó con él a la oficina, al señor Gibson le encantarían, no solía ser un zalamero pues le gustaba que su trabajo duro hablara por él, pero aquellas galletas serían un buen incentivo.

De cualquier forma, no pudo evitarse comerse dos más en el trayecto del elevador.

-Buenos días Jamie.

-Hola.

-¿Qué tal todo?

-Va todo bien, gracias.

-¡Jamie!

-Hey, qué tal.

Ahí estaban los saludos de cada mañana, los devolvió amablemente sonriendo, chocó los cinco con los diseñadores que se alineaban en cubículos, luego dejó sus cosas en su pequeña oficina, era útil para él, había llevado a un amigo suyo que diseñó el interior lo mejor posible para aprovechar el espacio, su escritorio estaba en orden, al igual que sus estanterías donde guardaba los proyectos organizados, los diseños, algunos productos promocionales y una colección de botellas de cerveza Guinness con etiquetas de muchas partes del mundo.

-Jamie, te he dejado el nuevo proyecto para el evento del museo -Brianna, de Marketing, entró con su sonrisa habitual. -Y te envié por correo el del año pasado con las ligas de los videos del año pasado, Gibson ha dicho que tienes que darle el visto bueno.

-Me pondré a ello de inmediato, ¿ya llegó?

-Hace un minuto, viene cargado con una caja, parece que comenzará a despejar su oficina -la chica bajó la voz en modo cómplice. -Dudo que acabe algún día, el sitio está atestado como un depósito de basura.

-Tendrá que dejar el espacio para el siguiente que ocupe la oficina.

Comenzaría a tomar medidas para llamar de nuevo a su amigo.

-Tendremos que turnarnos para echarle una mano en estos días, puedes empezar el primer turno si quieres.

Lo hizo, tomó el recipiente con las galletas, dudó por un segundo si compartir aquel manjar pero qué diablos, avanzó hasta la oficina de Burne, el hombre estaba metiendo algunas cosas en una gran caja plástica, Jamie le ofreció las galletas sin decir nada, él tomó una y tras la primer mordida lo miró como si fuera la primera vez.

Trato hecho | Jamie y DakotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora