Prólogo

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Había globos por todas partes, tiras de colores colgaban de un lado al otro de la sala de juntas y todas las personas iban corriendo por doquier menos él, que coordinaba desde la puerta de entrada a las dos becarias que colocaban el letrero delante de la enorme pantalla de proyección.

ANIVERSARIO 40 SR GIBSON

-Un poco más arriba del lado izquierdo.

-¡Llegó el pastel! -gritó alguien detrás de él.

Tuvieron que abrir del todo las puertas dobles pues cuatro personas acarreaban aquel enorme monumento que quedó justo al centro de la mesa de juntas, todos lo rodearon y miraron sonrientes aquella obra de arte de un metro de largo que les había costado una pequeña fortuna.

-Es una pinta perfecta -murmuró alguien entre el gentío y todos estuvieron de acuerdo.

-Esperen a probar el relleno de crema irlandesa con Guinnes -la mujer que entregaba aquel simbólico y espectacular regalo le sonrió amablemente a toda la sala. -Será un éxito.

-No lo será sino nos damos prisa -Jamie miró su reloj. -Nos restan ocho minutos, nadie se acerque a la mesa y vuelvan a lo suyo.

La gente iba y venía, él dejó que le sacaran fotos al pastel y con amabilidad los acompañó al elevador, todo en la planta estaba en orden y limpio, nada fuera de lugar como debía ser, el gran reloj tras el mostrador de la recepcionista decía que en dos minutos serían las nueve en punto y ya que Burne no había llegado tarde ni un solo día desde hacía cuarenta años, estaría ahí pronto.

-Todo listo Jamie.

Brianna, la otra chica del departamento de marketing corrió a su lado moviendo su melena rojiza con coquetería, le sonrió mirándola de arriba a abajo con disimulo, se había puesto guapa con una falda de tubo ajustada y tacones altísimos que le estilizaban las piernas.

-¿Vas a recibirlo tú, cierto?

-Sospecharía si alguien más intenta llevarlo a la sala de juntas -el reloj marcó las nueve en punto y con un gesto señaló hacia el lugar que ahora tenía las luces apagadas y una de las puertas entreabierta. -Date prisa, creo que el elevador está subiendo.

Las puertas plateadas se abrieron con un tintineo cuando su compañera desapareció con el resto del personal, Burne Gibson con maletín en mano e impecable como siempre apareció en el piso con una sonrisa que le llegaba hasta las mejillas y su cabellera calva reluciente.

-Buenos días Jamie -se estrecharon las manos.

-Señor, temo que tenemos que iniciar la jornada en la sala de juntas, es algo de imprevisto.

-¿Un viernes a las nueve de la mañana? Supongo que será algún problema.

-Ya lo verá cuando entre,  si es tan amable de seguirme.

Los pasos de ambos resonaron hasta que empujaron las puertas dobles y todas las luces se encendieron, la gente gritó ¡Sorpresa! casi provocando un ataque al corazón prematuro en el hombre que había dirigido el departamento creativo y de medios de la fábrica de Guinness en Dublín desde hacía cuatro décadas, recibió encantado los abrazos y felicitaciones sin dejar de mirar con admiración y casi reverencia absoluta el enorme pastel en forma de pinta de cerveza de la mesa, a Jamie no le extrañaría si se arrojaba sobre él para nadar sobre la nata que lo cubría.

-Es bastante inesperado, muchas gracias a todos, son el mejor equipo que he tenido desde que llegué aquí -comenzó a decir luego de hacer fotos y que los pedazos de pastel corrieran entre platos de plástico entre todos los presentes. -Me siento orgulloso de todos los fracasos obtenidos pues sin ellos no habríamos logrado el éxito que ha mantenido este lugar desde tiempos inmemorables.

Hubo aplausos por un largo rato antes de que lo dejaran continuar.

-Ahora bien, luego de tanto tiempo me parece que mi hora ha llegado, y no hablo de mi muerte que, por cierto, ninguno de ustedes está en mi testamento -se escucharon risas incómodas de algunos rincones. -Lo que quiero decir es, que a mis sesenta y dos años, ha llegado el momento de retirarme.

Todos ahí lo sabían, el proceso de jubilación comenzaría ese mismo día.

-Quien quiera que sea el siguiente en tomar mi lugar, sabrá lo que es tener el mejor equipo y confío en que llevará las cosas por buen camino -alzó su plato como si fuera un vaso rebosante del líquido rubí oscuro. -¡Sláinte!*

A las cinco en punto todos comenzaron a tomar sus cosas para marcharse, la celebración se había acabado a medio día y había sido un día bastante relajado en las oficinas, Jamie tomó un bolso que había llevado consigo ese día y se lo echó al hombro, la amable recepcionista, Maille, una mujer en la cuarentena de la vida le sonrió como hacía siempre.

-¿Vas a salir, querido?

-Iré a pasar el fin de semana con mi hermana, en Belfast -asintió con amabilidad y la dejó entrar primero cuando las puertas se abrieron. -Tomaré el tren que sale en veinte minutos.

-Suena agradable, ¿fin de semana familiar?

-Algo así -una fiesta infantil, quería poner los ojos en blanco.

-Pásala bien, yo iré de compras con mi nieta, tiene cinco años y está en una edad bastante inquieta, le daré un respiro a mi hija que me hará abuela de nuevo.

-Felicidades.

-La vida con niños nunca es aburrida, no señor -el timbre anunció su llegada a la planta baja, una vez más él la dejó salir primero. -Que pases unos días agradable, recuerda que habrá reunión con el departamento de dirección el lunes temprano.

-Ahí estaré Mai, disfruta la salida con tu nieta.

La mujer le lanzó un beso antes de encaminarse al estacionamiento mientras él salió caminando a paso veloz por las aceras llenas de gente que se disponían a aprovechar el inicio del fin de semana, ojalá el fuera uno de ellos, pero le había prometido a Liesa estar ahí desde semanas atrás; la estación estaba cerca al igual que el piso donde tenía un apartamento con una gran vista, mientras sacaba su pase en los escalones de entrada miró en esa dirección, no pudo ver gran cosa pues había dos camionetas de paqueterías estacionadas en la entrada, encontró su boleto y fue hasta el andén indicado, había comprado dos asientos contiguos para asegurarse de estar solo y no ser molestado, estaba en la parte delantera pues según su experiencia las mujeres con niños siempre solían acomodarse en las últimas filas para salir de las cabinas si los niños comenzaban a llorar. Él nunca sabía que hacer cuando un niño lloraba, lo entendió a una corta edad cuando su padre lo llevó a su consulta y había un grupo de mujeres con bebés llorones que lo dejaron aturdido por dos días.

Sacó su móvil y le conectó los auriculares, subió a tope la música y cerró los ojos dispuesto a dormir hasta cruzar la frontera.

-¿Está ocupado?

Una despampanante rubia de piernas largas con traje de ejecutiva le sonrió en el pasillo, por la mirada que le lanzó supo que podía sacar algún beneficio de eso, le sonrió con algo más que amabilidad antes de dejarle sitio a su lado.

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¡Mañana estreno del primer capítulo!

*La palabra sláinte es con la que brindan en irlanda, se pronuncia algo así como "sloncha".

Trato hecho | Jamie y DakotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora