Capítulo XI | Acoso

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—Hey, cerebrito. ¿Por qué tan callada?

Intento ignorar al dueño de esa voz, de verdad lo intento.

Con disimulo guardo el cuaderno sobre el que he estado escribiendo pero antes de hacerlo ese alguien me lo arrebata.

— ¡Oh, miren! El cerebrito ha estado desahogándose... —Mis mejillas se encienden e intento recuperar mi cuaderno a toda costa, pero es muy alto y no consigo alcanzar su mano alzada.

—D-dámelo, no es de tu incumbencia —Me muestro con determinación.

—Ohh, el gusano tiene su carácter, ¿quién lo diría? —ironiza el chico de cabello rojizo—. Pues no, gusanito. Quiero divertirme.

Su sonrisa desafiante me intimida y no puedo seguir sosteniéndole la mirada.

«A veces solo quisiera que alguien entendiera lo que siento, que no me gustan los gritos, ni las estupideces, ni las bromas que me hacen...»

Un grupo se va formando a nuestro alrededor a medida que lee lo que había estado escribiendo desde hace días atrás. El número de personas se incrementa, hasta ser cincuenta y cuatro visibles, o eso es lo que me brinda mi precision matemática. Las burlas y los gritos se hacen cada vez más fuertes, no puedo evitar llorar, esto es humillante. Algunos sacan sus celulares y empiezan a tomar fotos, otros graban.

Estoy aturdida, me deslizo por la pared hasta quedar sentada en el suelo. Cierro fuerte mis ojos y cubro mis oídos; justo ahora quiero desaparecer de este lugar, quiero desaparecer definitivamente de este mundo.

Igna Fritz | El sueño de una genioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora