Capítulo XIV | Eso dice él

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—Tú eres mi mujer, deja de lloriquear y compláceme.

— ¡Te acabo de ver con otra! —espeto envalentonada pero en seguida me retracto ante su imponente semblante.

—¿Y eso qué! Deberías agradecerme que te toque con el asco que das, deberías pedir a gritos que lo haga, pero no, en cambio lloriqueas cada vez que lo hago.

Un golpe impulsivo llega a mi costilla, seguido de una fuerte bofetada que me hace volver a sentir el ya conocido sabor metálico en mi boca.

«No llores, no llores, no llores...», me repito una y otra vez mentalmente para controlarme.

Él me empuja contra la pared con tal fuerza que el sonido de mi cabeza al golpearse es estruendoso, cosa que a él no parece importarle en lo absoluto.

Sus manos rompen mis prendas y luego sostienen mis muñecas de forma brusca. Sus labios empiezan a recorrer mi cuello haciéndome daño con los dientes.

Por primera vez intento resistirme, pero mi reacción solo lo enfurece —o excita aún más— y termina poseyendo mi cuerpo hasta cansarse mientras le suplico que no lo haga, que me suelte.

Porque yo le pertenezco, o eso dice él.

Igna Fritz | El sueño de una genioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora