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Nueve meses antes

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Nueve meses antes.

Cierro mi agenda, contenta con haber ordenado la próxima semana de mi vida. Van a ser siete días duros en el hospital, pero este es mi trabajo y lo amo. Amo ayudar a las personas. Adoro que puedan seguir disfrutando de la vida, alrededor de las personas que aman y poder sonreír antes de tomar su último respiro.

Suspiro antes de guardar el pequeño cuaderno en mi cajón del escritorio, lo cierro con llave y me alejo de la silla. Normalmente no estoy tan cansada, pero el tema de mamá me tiene muerta: a diario se aparece por el hospital con la esperanza de encontrarse con las nueva que tengo novio, o siquiera algún rollete.

Está cansada de que su adorada hija menor, con veinticinco años, siga estando soltera. Acostumbrada a que mi hermana mayor, Emma, traiga a varios novios a casa. Incluso presentó al tipo con el que acostó el sábado noche el domingo durante el desayuno.

Doy gracias a que mi madre tiene la mente bastante abierta, comprende el estilo de vida que llevamos y cómo son las relaciones hoy en día.

Salto de la silla cuando un golpe en la puerta suena, y sin esperar respuesta de mi parte, se abre. No levanto la cabeza porque sé que es ella. Esta es su hora habitual de visita. Sigo acomodando todo para el día de mañana. Prefiero ignorarla y que siga con su discurso.

Me giro extrañada porque no haya dicho nada, pero me paralizo cuando me encuentro al hombre de ayer. Joder. Ha vuelto.

De nuevo mis terminaciones nerviosas están paralizadas, mis piernas son pura gelatina y si no me agarro al mueble, me caeré.

—¿Qu-qué estás haciendo aquí?

—Bueno, suponiendo que ayer dijiste que ibas a volver al club para curar al Prez, he decidido venir como refuerzo, ya sabes, para asegurarme que no te pase nada.

—Claro, muy bien pensado por tu parte, claro. Estoy lista en unos segundos, ¿te importaría esperar fuera, por favor? —demando, alza una ceja en mi dirección, pero yo sólo me encojo de hombros—. Ya sabes, reglas del hospital.

Mentira.

Lo quiero lejos. De lo contrario, no me haré responsable de las acciones de mi cuerpo. Sí, mi cuerpo. Porque mi mente me está gritando que huya, que corra lo más lejos posible de él y de su jodido cuerpo de dios griego que tiene.

No siento vergüenza cuando me quedo observando fijamente su culo antes de que la puerta se cierre. Tomando una fuerte respiración, hablo con mi diosa interior y le ordeno que se tranquilice. Es sólo un hombre.

No tiene por qué afectarnos de esta manera. Le prometo que mañana iremos a un bar y conseguiremos calmarnos. Ambas.

Antes de salir, suelto la bata blanca sobre el perchero y acomodo mis vaqueros y mi camiseta blanca de tirantes. Con mi bolso en mano, cierro la puerta de la habitación que es mi despacho y me giro para decirle que podemos irnos, pero choco contra su esbelto pecho.

Temptation © (Bloody Hell MC #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora