Obra registrada: 1904220718341
Rosalía tiene un pasado del que no está orgullosa. Por eso es que huye. Pero regresa, porque el asesino siempre regresa al lugar del crimen. Ya nada es igual, todo ha cambiado. Ya no es la que era hace ocho años, ahora...
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Cuatro meses antes.
—Mamá, ya te he dicho que no es necesario que vengas. Es sólo una cena, sin importancia.
—Rosalía, cariño mío —la escucho suspirar a través del teléfono y sé que se está conteniendo para no gritarme y sacar a la luz la verdadera María que es—, a veces dudo, y aunque me duela siquiera el pensarlo, si eres hija mía realmente. Luego recuerdo que ese temperamento es igual al de tu padre y todo se me pasa.
Río.
Pero la mención de papá me baja la felicidad que tenía por hablar con ella. Fue un hombre maravilloso que siempre veló por la felicidad de su familia. A mamá le daba todo lo que pedía, dentro del límite a lo que podía alcanzar; y a nosotras, mi hermana y yo, siempre nos consentía a espaldas de mamá.
Estaba lleno de amor, lo regalaba y siempre tenía una sonrisa en su rostro. Jamás me perdonaré le haberme perdido los últimos meses de su vida, cuando le detectaron el cáncer y todo el proceso por el que tuvo que pasar.
Y todo porque decidí comportarme como una niñata mimada.
—¿Hija, sigues ahí? —Mamá me saca de los recuerdos, pero río cuando la escucho murmurar sobre mí—. Seguro me ha dejado en espera por ir a hablar con su noviecito...
—Mamá, sigo aquí. Y puedo oírte perfectamente.
—¡Fue la televisión, lo juro! —Río—. Hija, por favor, déjame ir. Sabes que es mi deber como madre tuya que soy. Mira el lado positivo: al menos tu hermana no irá.
—Porque está demasiado ocupada pasando su tiempo libre follando —Escucho su grito, me alejo el teléfono de la oreja y río. Abro la puerta de mi despacho y grito de nuevo cuando un enorme cuerpo está sentado sobre mi escritorio—. Mamá, tengo que dejarte. Te llamo luego.
—Nada de llamar, mujercita. Nos vemos a las ocho. ¡Saludos, Bobby!
Bobby grita para ella, ambos riendo y entonces la llamada finaliza. ¿Qué coño se supone que hace Bobby aquí? No quedamos en vernos hasta las siete, donde me recogería y me llevaría a la cena.
—¿Puedo preguntar qué haces aquí, o sólo actuar como que no te he visto?
Las cosas con Bobby se han complicado desde la presentación-novia-falsa a su madre. No somos parejas, no entiendo este empeño en presentarnos como novio-novia hacia nuestras familias.
Katerina, la madre de Bobby y mi ahora suegra falsa, pegó el grito al cielo cuando Bobby le contó que llevábamos juntos varios meses. Por supuesto yo quise matarlo, pero él sólo me lanzó hacia los brazos de su procreadora y desapareció con los miembros del club.
No es que esté molesta (bueno, un poco sí), porque Katerina a diferencia de todos los hombres con los que se rodea, es una señora muy amable. Me trató como una hija e incluso repartió varios consejos (con indirectas hacia mí) sobre cómo deben de funcionar una pareja para que dure y la felicidad sea plena.
