Obra registrada: 1904220718341
Rosalía tiene un pasado del que no está orgullosa. Por eso es que huye. Pero regresa, porque el asesino siempre regresa al lugar del crimen. Ya nada es igual, todo ha cambiado. Ya no es la que era hace ocho años, ahora...
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Bobby ha parado en una tienda para comprar un vestido blanco. Es sencillo. De tirantes, hasta mis rodillas y entubado. He recogido mi cabello en una trenza, mi maquillaje sutil y simple.
Bobby está guapísimo. Se compró una camisa blanca, unos vaqueros oscuros que acentúa su buen trasero y una corbata negra simple. Camino por el pasillo de la capilla hacia el altar, a paso ligero e inquieta.
Voy a casarme.
Aunque eso no es lo que me preocupa: María me matará si ella no está presente.
Por eso la llamé. En primera fila, Katerina y María están acompañadas de pañuelos llenos de lágrimas. Anabel, Danielle, Broddy y James esperan sonrientes hasta que llegue. Emma, por su parte, está junto a Bobby como testigo.
Llego hasta él, toma mi mano y me observa con ojos brillantes. Ayuda a subir el escalón, entrelaza nuestros dedos y besa mi piel. Un carraspeo frente a nosotros nos casa de nuestra burbuja. Ambos centramos nuestra atención en el señor que oficiará la boda.
Breve pero romántico, nos declara marido y mujer.
—Puede besar a la novia. —declara.
—Pensé que jamás iba a decirlo. —masculla Bobby.
Rio, pero su boca ataca a la mía. Sus labios suaves tocan los míos, los vellos de mi piel se erizan y todo es como si me estuviera besando por primera vez. Agarra mi cara con sus dos manos, termina el beso y dirige sus labios hasta mi frente.
Rodeo su cintura con mis brazos, escondo mi rostro entre su pecho y escucho el grito de nuestros hijos. Mamá solloza y Katerina intenta calmarla. Danielle corre hacia nosotros, abraza nuestras piernas y sonríe.
—¡Papi, papi, cógeme! —pide.
Su padre no tarda en obedecer su orden, besa su mejilla y sonríe. Broddy pide lo mismo, pero es James quien le alza. Tomo a Anabel, a pesar de que ya está grande para ser alzada, y beso su mejilla.
Los seis, sonreímos.
—¡Foto, foto! —grita Emma.
En las mismas posiciones, tomamos la primera foto familiar. Esta vez es Katerina quien suelta más lágrimas. María, como no tiene vergüenza, pregunta al pobre hombre que nos casó si puede tomarnos una foto.
Con nuestras madres y Emma en la foto, sí somos una familia completa. Mamá no para de acariciar y besar a James. Fue una sorpresa para ella. Para todos.
—Espero que seáis muy felices, hijo —susurra Katerina abrazando a Bobby, empapando su camisa de lágrimas—. Tened muchos hijos y disfrutad de vida.
—No, no —interrumpo—. Cuatro hijos ya son suficientes. Tendremos la casa llena para toda la vida.
—Bueno, eso está por verse. —bromea él.
—Claro que sí, yerno —interviene mamá, abrazándose a él—. Tú dame muchos nietos. Tengo cuatro, pero me saben a poco.
—Eres una pesada, mamá. —murmura Emma.
—Cállate, niña. Conseguí que tu hermana me diera nietos. Eres la siguiente.
—Hunter estará encantado de ayudarte, Emma. —se burla Bobby.
—Vete a la mierda.
—¿Quién? —pregunta mamá.
—No, no, no. Nadie, mamá.
—Pues es un amigo que...
Rio, observando cómo mi hermana intenta deshacerse de mi madre. No parará hasta que los junte. Se cree Celestina. Miro a mi familia y sonrío.
Gracias, Bloody Hell.
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