Hermosa, adorable, enigmática, alegre, curiosa y completamente perfecta ante mis ojos, no suele arreglar su cabello, siempre la he visto con tenis, ni siquiera cuando ocupa vestidos lleva zapatillas.
Hablo de la chica con quién accidentalmente termi...
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—Entonces, ¿irás a la fiesta? —Me preguntó Amber.
—Aún no lo sé —dije siendo sincera—. Lo último que quiero hacer un viernes es irme a rodear de borrachos y después tener que llevarte a casa porque ni siquiera puedes caminar bien.
—¡Prometiste que no volverías a mencionarlo, Julie! —Gritó a través del celular—. Además, solo fue una vez.
—Pues con esa me basta, me llenaste el vestido de vómito. —Me levanté de mi cama y camine hacia mí tocador.
—Ya te he dicho que lo siento, ¿cuántas veces lo tengo que repetir? —Solté una pequeña risa, lo cual provocó un bufido de parte de ella—. Julie, por favor, vamos, ahí estará Ethan y Kendall.
Suspiré al escuchar el nombre de mi ex, había pasado más de un año desde que terminamos y, aunque coincidíamos en clases, aún era extraño verlo, después de todo, todas las cosas que compartes con una persona jamás desaparecen. Además de que el estúpido de Ethan estaría ahí.
—Lo pensaré —dije finalmente.
—¡Genial! Te veo mañana, tengo que ayudar a mamá con unas cosas. —Después de eso, corto la llamada.
Dejé mi celular en mi buró y observé mi rostro en el espejo, tenía pequeñas bolsas bajo los ojos, que aunque se quitarán con maquillaje, la textura de ellas aún se percibía. Desde la muerte de mamá no recordaba lo que era poder dormir bien una sola noche, ni siquiera dormir ocho horas seguidas, aunque a la edad de nueve años no trabajaba, la idea de mi madre bajo tres metros de tierra no era muy consoladora, después empecé a trabajar, y trataba de mantener un buen promedio para lograr que me dieran una beca en una universidad.
Lo que menos necesitaba era cargar más gastos a mi padre con mis estudios.
Estaba tan concentrada en mi rostro y pensando todo lo que había pasado que no había sido consciente de que estaba tocando el timbre de la casa hasta que escuché gritar mi nombre.
—¡Julie, abre la puerta, por favor! —La voz gruesa de Kendall inundó mis oídos.
¿Qué rayos hacía él ahí?
Me coloqué mis zapatos y baje las escaleras para abrir la puerta y... Diablos. El perfil de Kendall siempre podía conmigo, estaba recargado en el umbral de la puerta, viendo hacia un punto que yo desconocía, los rayos de luz acentuaba su rostro, hacia ver su cabello más claro y su rostro un poco más pálido, a pesar de que nuestra relación haya terminado, yo no era ciega y estaba bien consciente del porque me había fijado en él, lo que no entendía, es como alguien como él se había fijado en alguien como yo.
—¿Qué haces aquí, Kendall? —Me crucé de brazos, colocándome en medio de la puerta, estaba loco si creía que lo invitaría a pasar.
Giró hacia mí y me observó de pies a cabeza con esos ojos azules que hacían que se me acelerará el pulso. De coraje.