Selva Oscura

125 8 2
                                    

El camino en carretera no duró más de 10 minutos. Sin embargo, cuando salimos de ahí y tomamos un camino estrecho y cada vez más alejado de cualquier pueblo cercano, para amenizar el viaje, y relajar a nuestra nueva compañera de ruta, le quise preguntar como es que le habían robado. La señora Fidelia nos contó que dos tipos en camioneta pararon para "comprarle pan" supuestamente. Pero al estirar su brazo para recibir la paga por su trabajo, uno de estos la agarró de la muñeca mientras el otro bajaba y le quitaba su mercancía y además el poco dinero que había ganado durante el día. Noté que se ponía muy nerviosa al contar esa parte de su historia, hasta temerosa. Yo, a pesar de la rabia que sentí al escuchar su relato le acaricié el brazo en señal de apoyo. Ella me miró y por un momento vi que me sonrió, aunque no estaba muy segura.

El paisaje seguía siendo denso y verdoso, pero fue en el punto casi final en el que unos árboles inmensos comenzaron a invadir los alrededores de la carretera gradualmente, haciendo que el camino cada vez se volviera más y más oscuro, lo que me hacía sentir dentro de una película de terror. Ese momento y situación hizo que nos invadiera un silencio sepulcral, no sabíamos que decir, ni qué pensar. Yo por un momento llegué a imaginar que la situación se invertía, y que los que deberíamos estar realmente temerosos debíamos ser nosotros, por haber subido a alguien que no conocíamos. Yo miré a Fidelia, su aspecto transmitía espiritualidad, pero también misterio. Quería mirar a los chiquillos, pero estos iban sentados en los asientos de atrás, me incliné llevemente para mirar al Álvaro, que se veía pensativo. Me dije a mi misma que estaba siendo paranoica, y que debía quitarme esos pensamientos de la cabeza.

El panorama era oscuro, tanto así, que el Gonza tuvo que encender las luces de la Van, entonces se animó a preguntar.

-Señora Fidelia, sabe cuánto falta, más o menos?- su voz pretendía ser relajada, aunque yo sentí desconfianza.

-Poco- respondió.

Más silencio.

Algunos minutos más tarde (una eternidad para mí) el camino volvió a despejarse, de la misma forma que al comienzo pero a la inversa, solo que los árboles no desaparecieron del todo, y comenzamos a distinguir casas, y calles, faros y personas. Era un pueblo, una isla, solo que en vez de mar, había una densa forestación.

-Siga ese camino de la izquierda, y despue' derecho pa' arriba- soltó Fidelia. El Gonza le hizo caso.

Las casas que ibamos dejando atrás eran pequeñas y muy humildes, divisé una iglesia a unas cuadras, también pasamos por lo que parecía ser una escuela, los caminos eran de tierra, y no existía una linea de horizonte, ya que todo lo que se veía en las fronteras eran árboles enormes. Eso era a lo que llamaban Selva Oscura.

Seguimos derecho hasta que el camino terminó a unos metros del límite del otro extremo del bosque. Justo frente al termino del camino, había una casita blanca, teñida por un suave tono azul, producto del cielo nublado.

-Aquí es- soltó la señora.

-Esta es su casa?- dijo el Pablo curioso.

-Sí, esta es- Hubo un silencio.

-...Bueno- dije mirándola y tratando de sonar y lucir amable -Fue un gusto conocerla, señora Fidelia realment...-

-Tú teniai miedo- me interrumpió -Estabai asustá- el Gonza y el Álvaro se voletaron a mirarme, y sentí la mirada de mis amigos detrás de mí. Me puse nerviosa -Bájense conmigo- Volvió a hablar. Yo suspiré disimuladamente -Les quiero dar algo. Ya que me trajeron hasta acá mismo- yo miré a los chiquillos de atrás -Yo confié en ustedes y ahora ustedes tienen que confiar en mí- volvió a decir, mirando a los hermanos López. Luego me miró a mí. Fue un segundo, pero sentí que pudo traspasar mi alma y leer todos mis pensamientos con sus ojos negros.

Santiago de Chile [Álvaro López]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora