2.- Caricias en cualquier parte

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Once años atrás...

2007

Sin duda, lo primero que tuve que llegar a acostumbrarme en cuanto él llegó a mi casa fue a perder más de la mitad de mis preciadas horas de sueño; las cuales sabía que nunca recuperaría.

Desde hacía un poco más de un año que él venía todas las noches a mi cama con la excusa de no poder dormir. ¡Por cualquier razón!:

Que un búho estaba en su ventana.

Los truenos que acompañaban las tormentas.

Un mosquito volando por allí.

Por su habitación estar muy oscura.

O al contrario, muy clara.

Ya hasta ese punto, sentía que lo único que quería era no dormir solo. Y sí, le dejaría dormir en mi cama si no fuera por lo inquieto que se suele comportar al estar dormido.

¡Creo que es aún más inquieto que Sonic!

Y hoy, otra preciosa noche de sueño y el deseo de que mis brazos por fin se recuperaran un poco de los moretones ganados por su causa se fue, se fue tan rápido como que él abrió la puerta de mi habitación y se asomó.

— ¿Si-silver? —su voz algo chillona escapó de sus labios en un susurro, siendo acompañado del chirrear de la puerta entre más se iba abriendo.

Me giré con pesadez en la cama al dar la espalda a la puerta, mirando al niño mantener su mirada en mí, por completo apenado. Suspiré; me erguí quedando sentado, observándole mejor.

— ¿Sí, Meph? —bufé acomodando las sábanas sobre mi regazo, haciendo una pequeña ceña a un costado mío en señal de que se acercara —. Ahora ¿qué pasa? —enfaticé aquella pregunta, ya bastante frustrado de que aquello se repitiera todos los días.

Él se acercó a mí mientras la puerta era cerrada por un empujón de sus pequeños brazos. 

Sus orejas fueron bajando a cada paso que daba hacia la cama, llegando a la orilla en donde yo estaba. Encendí la pequeña lámpara que estaba en mi mesita de noche al ver que la luz de luna que se abría paso por las cortinas no era suficiente; le miré al ya estar la habitación iluminada, notando sus manos temblorosas y su labio inquieto, como si en cualquier momento fuese a soltar el llanto.

Me apresuré a retirar la manta que me cubría las piernas, sentándome en aquella orilla de la cama para inclinarme a su altura.

Le tomé por debajo de los hombros y le senté en mi regazo, mirándole un tanto preocupado. Su tamaño era algo pequeño a pesar de su edad, tal vez no más grande que Cream.

— ¿Qué pasó? —tomé sus manos temblorosas al éstas pasar por todo su pecho, inquietas por la necesidad de aferrarse a algo. Las apretujé entre las mías, teniendo su mirada de forma fija en mis ojos.

Sinceramente, cada que despierto ruego a Caos por no toparme con sus ojos; me dan pavor.

— Tuve una pesadilla —siseó mientras volvía su mirada a sus manos como hace no más de dos minutos, volviendo aquel temblor insesante en su cuerpo. Le miré un tanto preocupado, nunca antes había tenido pesadillas —; soñé, soñé que los lastimaba... que era malo y... y —me apresuré a acallar su llanto en cuanto sus ojos se cristalizaron, apegándole a mi pecho en forma de un pequeño abrazo.

Bajé mis orejas al escuchar como unos suaves sollozos sí lograban escapar de sus labios, mordiendo mi labio de forma suave.

Tal vez fue el hecho de ver el terror en sus ojos al soñar eso o la tristeza de su voz al contarlo, pero por situaciones como éstas, estaba casi seguro que nunca más volvería a ser el monstruo que en algún momento representó.

— ¿Quieres dormir conmigo? —pregunté suave contra sus orejitas negras mientras sentía su cuerpo calmarse. Se separó para ver mis ojos de nuevo, asintiendo suave.

Lo bajé de mis piernas y lo senté sobre la cama, dejando que él se introdujera entre las sábanas. Volví a acomodarme en cuanto parecía ya estar acurrucado al otro lado de la cama.

Me arropé hasta el pecho e ignoré cualquier ruido, queriendo por fin conciliar el sueño. Mas de nuevo aquel deseo se vio nublado al sentirle moverse, arrastrándose hacia mí.

— N-npo puedo dormir... Y... y ¿si vuelvo a... a soñar todo eso? —dijo colocándose a no más de unos centímetros de mi cuerpo, evadiendo aquella regla del espacio personal que ya le había asignado más de una vez; no lo culpo, sé que no lo hace por malicia, pero me incómoda por igual. Gruñí suave, abriendo mis ojos de nuevo.

Noté la preocupación brillando en sus ojos serpiente. Suspiré antes de decir aquello que pensaba y le atraje, acurrucándole contra mi pecho.

Comencé a dar suaves caricias con una de mis manos entre sus orejitas y su cabeza y con la otra a lo largo de su espalda y brazos; sus manos se intrujeron entre los cabellitos de mi pecho al igual que su nariz y pronto mis oídos se vieron inundados por un insistente ronroneo proveniente de aquel chiquillo entre mis brazos, quien no había durado mucho en dormirse.

Seguí un momento más así, mirándole dormir y dándome cuenta que aquella sería la cura para una noche tranquila.

Solo caricias...

871 palabras

30 Días de OTP [Silvephiles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora