30.- Haciendo algo caliente

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Será algo muy leve, no lo tomen a mal pero me incómoda bastante escribir estas cosas. Además, deseo que este libro quede en su totalidad libre (bueno, lo más posible) de algo "nopor", así que solo se hará referencia.

Actualidad

Por fin había llegado el tiempo más esperado para ambos, la noche de aquel día tan especial: Nuestra noche de bodas. Disfrutaríamos por fin de nuestra unión.

Saber que teníamos todas las formas y el derecho de decirle al mundo que ambos éramos uno solo.

De saber que ahora sería muy difícil que alguien nos separara del otro. Bueno, sí hemos durado doce años juntos ¡ya lo veo imposible!

Pero el único punto a tomar en cuenta en este día es que solo éramos él y yo, sin interrupciones, en una atmósfera romántica y con varias copas encima.

Pasaba mis manos por sus costados sin la más mínima pizca de vergüenza, acariciando cada centímetro de su dorso sin detenerme siquiera ante el molesto saco y la camisa que tenía a medio poner.

Su pelaje estaba erizado por las caricias que le tomaban por sorpresa, dando suaves suspiros y jadeos mientras intentaba a duras penas arrancar la corbata de mi cuello o por lo menos desabotonar mi camisa.

Sus ojos estaban levemente rojizos y cristalinos, mostrando como el alcohol ya hacía bastante efecto en su sistema.

Su cuerpo permanecía sobre mi regazo, habiéndole colocado allí con anterioridad cuando ambos casi tropezabamos al entrar a la habitación. Sus piernas pasaban al rededor de mis caderas, removiendose con inquietud cada que mis manos pasaban por sus muslos, en un intento de tocar el pelaje debajo de su pantalón.

Una sonrisa orgullosa se plasmó en sus labios en cuanto logró arrebatar la corbata de mi cuello y quitar los primeros botones de mis prendas, mostrando así mi mechón ante sus ojos pispiretos. Se mofó cual crío pequeño por su acción y pronto sus dedos se adueñaron de cada cabellito de mi pecho, estrujandolo y ronroneando feliz.

Negué retirando las prendas que aún estaban en su cuerpo, admirando como si se tratase del más anhelado tesoro su torso... como si fuese la primera vez que le haya visto de dicha manera.

Llevé mis manos hasta los botones rosados que decoraban su pecho a través de su pelaje, interrumpiendo las acciones que llevaba a cabo en mi pecho ante los pellizcos que comencé a dar. Sus manos se apoyaron sobre mis brazos en un intento vano de alejarlos de dicha zona, dando chillidos y jadeos fuertes por mis acciones.

Sonreí como él lo había hecho hacía momentos atrás, inclinando mi cuerpo hasta rozar mis labios con los suyos en un beso dulce y lento, haciéndome paso a través de sus labios con mi lengua e introduciéndome en su cavidad como si fuese el dueño de ella. Sus brazos se entrelazaron detrás de mi cuello y sus manos comenzaron a jugar con los cabellito que terminaban en mi espalda por el mechón de mi pecho al igual que los que se escapaban de entre mis púas en mi cabeza.

Nos separamos entre pequeños jadeos para lograr mirar los ojos del otro, apreciando gustoso la tierna faceta que me obsequiaba ante un par de ojos cristalinos, sus mejillas levemente pintadas de rosado y dos orejitas gachas a causa de la vergüenza. Ésa era el tipo de imágenes que adoraba tanto admirar.

Y que esta noche apreciaría hasta el cansancio...

Era hora de demostrar mi amor de todas las maneras posibles y a mi alcance...

De hacerle saber que juntos lograríamos mucho...

Y seríamos felices, con sus altos y bajos, pero felices...

(...)

Sus jadeos se desvanecían en el arco de mi cuello, apoyando su cuerpo contra el mío intentando recuperar el aire ante la reciente ola de placer que había azotado su cuerpo al igual que el mío.

Nuestros cuerpos temblaban y una fina capa de sudor cubría nuestras pieles por debajo del pelaje, mostrando nuestro esfuerzo y el agotamiento que ahora cargabamos.

Mis manos tomaban de sus caderas en suaves caricias, queriendo que su cuerpo se destensara y se soltara por completo sobre el mío. Permitiendo así que descansara a pesar de que aún nos encontramos unidos por el coito; sus piernas rodeaban mis costados y sus manos reposaban sin ninguna preocupación sobre mi pecho.

Besé su frente al sentir como su cuerpo se soltaba, envolviendo con mis manos su dorso y cintura, apegándole lo más posible a mí. Bajé la mirada e incliné la cabeza hasta lograr mirar a la perfección su rostro; le obsequié una sonrisa suave, tierna, como si con ella quisiese transmitir todos mis sentimientos hacia él. Rió.

— ¿Silver? —musitó en un pequeño ronroneo, alzando el rostro hasta toparse con mis ojos. Mantuve mi sonrisa mientras tomaba de sus majillas, acariciando éstas con la yema de mis dedos. Prosiguió —. Entonces ¿ahora sigue el "vivieron felices por siempre? ¿Cómo en los cuentos? —reí al escucharle, negando de manera suave.

— Nadie puede asegurar lo que pase mañana. Puede que sí, puede que no... —tomé de su mentón para evitar que bajara la mirada ante mi respuesta —. Pero te prometo una cosa: pase, lo que pase, yo estaré allí, a tu lado, amándote, al igual que tú lo haces cada día conmigo...

— Y ¿cuándo ese amor se acabe?

— Dudo que eso ocurra pero, si llegase a pasar, ten por seguro que buscaré mil y un formas de volvernos a enamorar. —recibí un casto beso de su parte en cuando terminé de hablar, causando cierta alegría al fondo de mi pecho.

— Eso significa que ¿buscaremos nuestro propio final de cuento? —preguntó asemejando a un niño, provocándome ternura por dicho gesto.

— Lo buscaremos, lo obtendremos y estoy seguro que será mejor que el de cualquier historia literaria...

Porque tratará de un amor que ha perdurado durante años...

Y que aún tiene tanto por recorrer...

Mucho que ya no me toca a mi contarlo...

Dejemos que la vida lo narre como mejor le parezca.

¿Fin?...

Bueno, de una pequeña parte de la historia...

—1030 palabras—

30 Días de OTP [Silvephiles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora