Las disculpas tienen su precio

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Me dieron tanto amor tortuguil en el cap anterior que decidí dejarles otro y bueno... es algo largo. Así que sin más, gracias por sus tortugas de inspiración :D

Capítulo XVIII: Las disculpas tienen su precio

—¡Mi lady, Mi lady! —Jasmine dio un pequeño respingo cuando una mano la sacudió con poca suavidad del hombro—. Mi lady, despierte.

Parpadeó, entornando los ojos en un vago intento de enfocar la mirada. Una doncella sostenía un candelabro muy cerca de su rostro a su lado, lo cual le daba un aspecto entre siniestro y fantasmal. Volvió a parpadear con fuerza, hasta que finalmente las musarañas en su mente se aclararon y pudo poner algo de sentido a la situación.

—¿Laurie?

—Sí, mi lady, soy yo. —La joven movió la cabeza de forma apresurada, como necesitando reafirmar sus palabras con ese gesto—. Deprisa, mi lady, debe venir conmigo.

Sin darle tiempo a poner sus pensamientos en claro, la doncella se alejó hasta los pies de la cama para tomar su bata y abrirla en un pedido por demás elocuente. Jasmine soltó un suspiro entre dientes, liberándose de sus mantas para ir directo a refugiarse en el interior de la mullida prenda. De haber estado más despierta y coherente, quizás se hubiese planteado hacer algunas preguntas al respecto de todo aquello, pero su mente no parecía estar yendo al mismo ritmo que su cuerpo. Y Laurie no parecía dispuesta a darle tregua, pues al momento en que la vio cubierta, se alejó hacia la puerta llevándose consigo la única luz.

—¿Laurie?

—Por aquí, mi lady.

Jasmine siguió el sonido de su voz, hasta que se topó con la impaciente muchacha en el pasillo y sin mediar palabra de explicación, la doncella se dirigió con los pies en voladas hasta las escaleras principales. Esto era ridículo, pensó ella en un momento de claridad, ¿qué diantres pasaba en su casa?

—Laurie, dime qué está pasando —le exigió, sin dejar de avanzar detrás de la estela que dejaba la joven y su candelabro.

—Es lord Hastings, mi señora —informó ella, apenas dándole un breve vistazo.

Jasmine dio un pequeño traspié al oír una réplica tan simple y a la vez tan cargada de peso. Porque era evidente que la ansiedad en la voz de la chica no era fingida, lo que fuera que había ocurrido era grave e implicaba a Bastian.

Un ramalazo de culpa la atravesó en ese momento, haciendo que sus pies recorrieran el último piso a una velocidad inimaginable para cualquier dama. Laurie se mantuvo a su lado hasta que llegaron al recibidor, donde Jasmine vio a un número de personas desconocidas tratando de lidiar con el cuerpo casi inerte de un hombre. Ella supo que se trataba de Bastian al momento en que notó sus cabellos rubios despeinados y la casaca que llevaba más temprano hecha girones. ¿Qué había ocurrido?

—¡Por aquí! —La potente voz de Humphrey hizo que sus ojos volaran hacia él. En ese momento el mayordomo cerraba la puerta principal y le indicaba a los desconocidos que avanzaran hacia la escalera.

—¿Qué está pasando? —pidió saber, captando al instante la atención de todos los presentes.

Un hombre de cabello moreno y una altura considerable, el cual cargaba con el brazo derecho de Bastian y lo sostenía parcialmente por la cintura, fue el primero en reparar en su presencia.

—Le pido disculpas por esta intromisión, mi lady. —El desconocido inclinó la cabeza, logrando con ese simple movimiento que Bastian gimiera por lo bajo—. Soy el señor Greysson, su esposo necesita atención.

Jasmine Flower (Serie: Acuerdos Matrimoniales 01)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora