Solo tú y yo.

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NARRA SAMANTA

- Venga – susurró – Vete, que vas a llegar tarde.

- ¿Vas a ir?

- Seguramente – le di otro beso – Te quiero.

- Y yo a ti.

Me dio una nalgada, era su forma de decirme que dejara de besarla y que me marchara a trabajar de una vez. Era la primera vez desde que me trasladé, que compartíamos tantas horas juntas y comprendí que si se iba a quedar en la ciudad, lo iba a pasar peor. Cada minuto que pasaba con ella, sentía que no podía separarme. Era una completa adicción.

Le mandé un beso desde el aire justo antes de que se cerraran las puertas del ascensor. ¿Empezábamos ahora nuestra relación? Desde luego que lo parecía.

Lo que me esperaba al llegar a la comisaría eran papeles. Informes que firmar, archivar y redactar. Ser la nueva tenía sus inconvenientes, y si colaboraba en algún caso, no dudaban en que el informe lo tenía que redactar yo. Eso cambiaba cuando Jessica se paseaba por allí; pero dado que era un día de ochenta, no pasaba nada. No le había dicho nada, y no se lo diría. Al final había hecho durante tantos años informes para Carlos, que estaba acostumbrada.

- Está esto muy tranquilo – yo asentí cerrando una carpeta – Ten – dijo Hugo dándome una taza con café.

- Gracias – sonreí.

- Es muy raro, esto. En una de las semanas donde menos trabajo tenemos, mandan a Jessica a casa. Cuando se supone que ella solo se quedaba cuando hay jaleo.

- ¿Se sabe algo de su vuelo?

- Está aquí. Está abajo hablando con el comisario, pero por lo que me ha dicho, se va a casa. Tiene el día libre.

- Cuando me mandaron aquí me dijeron que iba a estar hasta arriba de trabajo. Y ahora parece que tengo el mismo...

- A veces pasa. No es siempre el mismo ritmo. Recuerdo hará unos años que estuvimos un mes sin ningún caso. Todos los días aquí, colaborando con otros departamentos, pero sin arrestos, ni detenciones. Fue un asco.

- ¿Unas vacaciones?

- Sí, algo así; pero sin salir de aquí.

- ¡Sammy! – me giré para mirar a Memo – Tenemos una detención, ¿quieres?

Asentí poniéndome de pie en cuestión de un segundo. Entre quedarme allí sentada rellenando informes, y salir a correr; prefería lo segundo.

El ascensor paró en la primera planta, y para mis ojos, Jessica entró. Iba informal, ni siquiera llevaba la sobaquera, ni rastro de esposas, nada. Iba ella, con unas deportivas, unos vaqueros y una camiseta de tirantes básica.

- ¿Vais abajo?

- Sí – asintió Memo - ¿Ya de vuelta?

- Sí y no – sonrió Jessica – Te va a llamar el comisario en un par de horas, en cuanto gestione todo. Me voy de vacaciones una semana, necesito desconectar – yo la miré, mientras que Memo asintió – Espero encontrarme todo igual.

- Es pronto aún para hacerte una moción de censura – sonrió Memo cuando se abrieron las puertas del ascensor de nuevo – Pues entonces, ¿ya no te veo?

- No, me voy pasado. Seguid guardándome las espaldas – se abrazó a Memo.

- Llámame, y tráeme un regalo de donde estés.

- Vale – sonrió mi novia – Déjanos un segundo, Memo.

Memo se marchó tras hacerle una pequeña broma a Jessica. Realmente nunca me había planteado la posición de Memo, pues hacía el mismo trabajo de Jessica sin llevarse tantos reconocimientos. Al final, para todo el mundo, nosotros éramos el equipo de Jenkins; pero sin nombres propios.

Miradas de pasión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora