NARRA SAMANTA
De los cuarenta y siete grados a los que habíamos estado expuestas, ese día nos había dado una tregua el tiempo con cuarenta; pero al día siguiente volverían a subir. Esto lo noté, dado que Jessica dormía sobre mí, y no era tan molesta como días atrás. Su cabeza reposaba en mis pechos, y una de sus piernas, estaba entre las dos mías. Me dedicaba a acariciar su cabeza mientras pensaba en nuestra conversación la noche anterior.
Escuchar como decía que no quería perderme y que quería seguir conmigo, había provocado un vuelco en mí que no podía ignorar. Jessica era una persona cariñosa, pero todos sus actos eran físicos; las palabras bonitas escaseaban de vez en cuando. Cuando me enfada, o cuando veía que algo malo pasaba... Como en ese momento. Y yo, yo no quería perderla tampoco; pero no sabía que hacer. Era injusto pedirle que se quedara en la comisaria, que renunciara a lo que hacía por mí; pero también era lo único que podía salvar lo nuestro. Yo no aguantaba así, ya no. Si estaba con ella, necesitaba que estuviera conmigo; pero una relación en la que la veía una vez cada dos semanas, no era lo que yo quería.
Tenía que pensar sobre ello, y no dejaría de hacerlo. Quería estar con ella, pero no podía con la relación que teníamos.
Tras hora y media despierta, Jessica comenzó a moverse, abrió los ojos viendo la posición en la que se encontraba y se separó.
- Perdona – susurró frotándose los ojos.
- No me molestas – la agarré del brazo – Ven – se volvió a colocar igual - ¿Has dormido bien?
- En una posición así, siempre se duerme bien – contestó cerrando los ojos de nuevo – Pero sí, he dormido bien. ¿Y tú?
- Yo también – asentí dejando un beso en su cabeza - ¿Te duele?
- No me duele nada – se acomodó – Solo el corazón de quererte tanto – sonreímos - ¿Qué hora es?
- Van a ser las ocho, y tu teléfono ha sonado como tres veces ya – intentó levantarse pero se lo impedí – Quédate así – me miró – Solo media hora, por favor.
No se tumbó igual, sino que colocó la cabeza en la almohada pero justo al lado de la mía. Su brazo subió desde mi vientre hasta prácticamente mis pechos. Así que lo único que hice fue girar me cabeza para mirarla en apenas milímetros de distancia. Nuestros ojos comenzaron a observarse, a veces el derecho y otras el izquierdo; acariciándonos mutuamente, ella mi costado y yo su brazo.
- ¿Estamos de acuerdo en que el sexo es de lo único que no dudamos? – pregunté.
- Sí – susurró – Y estamos de acuerdo en que tampoco nos podemos basar en eso, ¿verdad?
- Sí...
Lo afirmé pensando en ello. No, nuestra relación no podía basarse en eso; pero era el sustento principal para nosotras. Nos habíamos conocido sintiendo una atracción física tan primate que nos había sorprendido a las dos; y tras varios meses, esa atracción seguía estando ahí y tampoco la podíamos ocultar.
- ¿Crees que conviviríamos bien?
- Quiero creer que sí – respondió – Desayunos en la cama, cenas juntas... Todo es poner un poco de nuestra parte – la miré – Y yo lo quiero hacer.
Sonreí nada más escuchar eso. Jessica Jenkins, esa mujer a la que desde siempre había admirado tanto, que había visto en todos lados menos en persona; estaba a mi lado, en una misma cama, y diciéndome que quería convivir conmigo, que lo intentaría por todos los medios... Que costara lo que costara, ella iba a luchar por mí.
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Miradas de pasión.
General FictionJessica y Samanta deciden tomar unas vacaciones con el fin de salvar su relación, en crisis por las continuas ausencias de la inspectora. Sin embargo, verán sus vidas en peligro, haciendo que su unión de un giro de ciento ochenta grados. (Segunda pa...