Mi monstruo.

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NARRA SAMANTA

- Así que tras prometer que se lo diría esa tarde, llegué a casa. Estaba sola mi madre, pero mi padre no tardaría en llegar, dado que su horario era muy parecido al mío – suspiré – Le dije a mi madre que la tenía que contar algo y que era muy importante para mí. Ella me atendió y se lo conté: mamá, estoy saliendo con alguien y se llama Carlota. Aún recuerdo su cara y la consecuente pregunta: ¿Estás segura, hija? Yo le dije que sí, que no era una fase o una etapa; yo sabía que me gustaban las chicas y lo llevaba sabiendo mucho tiempo, pero ella era mi primera novia oficial. Yo creo que en cuanto vio mi cara se relajó y me dijo que se alegraba, y que estaría encantada de conocer a Carlota. Yo me alegré, pero todo se torció cuando me dijo que la noticia se la diría ella a mi padre, y no yo. Se lo dijo en la comida y todo ocurrió muy rápido – me froté los ojos – Soltó el tenedor en el plato, me preguntó si estaba segura, le dije que sí, me volvió a preguntar, le repetí que sí y entonces llegó lo que nunca pensé que haría – la miré – Me dijo que no me preocupara, que me curaría, que él conocía a alguien que podía ayudarme.

- ¿Cuántos años tenías?

- Diecisiete. Así que como te puedes imaginar, yo ya sabía que no estaba enferma, era lo que quería y necesitaba que él lo respetara – Jessica asintió – Le grité diciéndole que eso no funcionaba así, que era un homofóbico de mierda y me pegó. Supongo que por un momento pensó que podía acabar conmigo a ostias y así su hija desviada no viviría nunca; pero claro, yo ya estaba preparada físicamente para las pruebas físicas de la academia – volvió a asentir – Así que eso se convirtió en una guerra de golpes donde mi padre terminó muy mal y no le maté por mi madre. Pero claro – tomé aire – Hablaron los dos tranquilamente, mi madre le dejó claro que iba a estar conmigo y él... Se fue de casa. No se divorciaron, simplemente nos abandonó; por eso te dije que sabía que era la culpable de su separación.

- Tampoco eres culpable, Sam.

- Le eché de casa, prácticamente. Aunque no me da pena, quiero decir, si me pegó a mí, sé que hubiese sido capaz de pegar a mi madre – la miré – No tengo la menor duda de que es él.

- ¿Y matar a su propia hija?

- ¿Crees por un momento que sabe quién soy? Quiero decir, Jessica Jenkins está en la ciudad y tampoco es muy difícil saber que tú eres lesbiana...

- ¿Qué tengo pinta de lesbiana o qué?

- De nacimiento – sonreí dándole un beso en la mejilla – No lo digo por eso, sino porque no lo escondes. La gente lo sabe – asintió resignada – Creo que anda a la caza de la gran Jenkins, pero no sabe que tu acompañante soy yo – suspiré mentalizándome - ¿Qué quieres hacer?

- Realmente no tenemos pruebas.

- Podemos conseguirlas – me miró – Podemos rastrearle, conmigo hablará.

- ¿Quieres ponerte un micrófono? – me encogí de hombros, al final era Jessica la que tenía que decidir qué hacer – Joder... - tomó aire levándose de la cama – Tengo que pensar.

- El hotel tiene gimnasio.

Sabía de sobra que era lo que necesitaba cuando estaba bloqueada, pero fue lo que hizo tras darse cuenta ella misma. Se cambió de ropa y me avisó que tardaría en volver; algo que yo ya sabía.

Me quedé en la terraza, sentada en una de las sillas que teníamos en ella. Miraba el mar de fondo y aunque el calor apretaba, no me importó. De hecho, me quité la camiseta para ver si cogía algo más de color en la piel.

No dejaba de pensar en mi padre, en la manera que tuvo de irse de casa, nuestra intensa pelea, las súplicas de mi madre para que paráramos... Pero sobre todo, en las víctimas. Me negaba a que él hubiese sido el culpable de esa desgracia; pero todo apuntaba a él, y lo que más me asustaba, es que le pegaba hacerlo.

Miradas de pasión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora